El día 24 de diciembre volvi a casa... y fue un viaje ajetreado. Por fin estaba en España y con mi familia y amigos, bajo mi sol andaluz y en mis temperaturas leperas.
00:00.- Casa de Marina y Berta. Cena navideña entre españoles para despedirnos antes de irnos a la mañana siguiente. Me despedí de Berta que llegará unos días después de irme yo en febrero. Estuvimos cenando una comida deliciosa de tortilla de patatas y tacos en los que Marta tuvo mucho que ver. Tras la cena, las despedidas.
01:50.- Me despido de Íñigo. La maleta estaba preparada, la colada hecha y la ropa planchada y guardada en el armario. La ropa para el día siguiente sobre la silla y todo preparado sólo para cogerlo y salir. Hora de acostarse tras comprobar que el maletín de mano pesaba sobre 10kg con un poco de exceso.
07:00.- Suena el despertador. Fui a la cocina a prepararme el último café vacuno del año. Limpié y dejé recogida la cocina, tras lo cual guardé la taza de vaca en mi habitación y me eché la foto de despedida una vez vestido. Cogí las cosas y salí de la casa, cerrando todo con llave.
07:40.- Parada del bus. Una vez tirada la basura y de camino a la parada, dediqué una última mirada a Talienruwe. Mi cara sonreía con alegría mientras unas gotas caían sobre mis manos. Miré al cielo y otra gota me cayó en el ojo... Holanda iba a despedirme con su tiempo más típico.
07:50.- Autobús. No había tardado mucho, iba con tiempo. Al minuto de subirme sentí que me faltaba algo y no necesité revisar: no recordaba haber cogido el billete del avión y el del tren. La suma económica del error podía llegar a los 55€ fácilmente, así que mejor volver atrás mientras se podía. Me bajé en la primera parada y comencé a caminar deprisa hacia casa, de vuelta, sudando bajo aquella llovizna antes del amanecer con el maletín cogido como si fuese un bebé, en brazos.
08:03.- De nuevo en casa. Volví a revisar toda la calefacción, cogí los billetes y salí a la calle. Vuelta a empezar, pero con retraso.
08:16.- Parada del autobús. Una vez más en el mismo sitio, pero el transporte no llega. Nervioso, consulto los horarios y en vez del típico autobús cada 5-10 minutos pasan cada media hora o más y algunos empiezan a las 9. Maldito sábado.
08:26.- Autobús. Tras una espera de diez horas, llegó el autobús y me cercioré de que iba a la estación central (por si las moscas). Aunque ya estaba en camino iba tan nervioso como en la parada, ya que los trenes salían cada media hora y presumiblemente había perdido dos. A cada parada iba mirando el letrero con la siguiente parada y la hora de llegada estimada. Para mi suerte había poco tráfico y un trayecto de unos veinticinco minutos se hizo en quince.
08:45.- En el tren, con tiempo. Pude llegar casi diez minutos antes de la salida del tren, así que me senté, me puse cómodo desabrigándome y coloqué todo de manera que pudiera dormir sin que me hurtasen nada. Pese a la preparación, poco podía dormir, así que me puse a cerrar los ojos y a mirar el paisaje a intervalos, con una duración estimada del viaje de 1:30 horas.
10:05.- Eindhoven. Bien, el tren había llegado antes de mi previsión, pues me confundí con la duración del viaje, lo cual me daba tiempo extra y la seguridad de llegar a tiempo a un vuelo cuya puerta de embarque cerraba a las 12:45 y sin tener que facturar. Fui a coger el autobús que iba a llevarme al aeropuerto, pero no llevaba dinero suelto para la máquina que imprimía los billetes, por lo que tuve que ir de vuelta a la estación a comprarlo en la oficina.
10:40.- Aeropuerto de Eindhoven. Visité los aseos, ya en el sitio que debía y con tiempo de sobra. Me eché un par de fotos y busqué algún sitio donde comer algo. Finalmente, decidí esperar a pasar primero el control de seguridad, lo cual hice con el maletín pesándome 10,5kg en el control de peso. Continué y me pitó la máquina, así que me cachearon y creo que fue cosa del cinturón.
11:15.- En el duty free. Compré unas pringles y waffels (galletas con sirope, tipicas de Holanda). Lo meti todo en el maletín y me dispuse a esperar, pero cuando más tranquilo estaba observando los aviones aterrizar y despegar a través de una cristalera vi que las puertas de embarque tenían control de peso... y había comprado unos 400gr más.
11:50.- ¡Idea! Comencé a sacar cosas una a una, las que pesaban más y eran comida, para que el maletín pesara exactamente 10kg. Lo logré con un margen de error de 100gr, porque ponía unos caramelos de ese peso encima y el maletin se iba al fondo con la banderilla roja. Lo que quedó fuera lo metí en el chaquetón en sus mil bolsillos. Cuando terminé el chaquetón pesaba unos 3kg y algo, pero decidí ponérmelo. La puerta tenía que abrir pronto y tenía que acomodarme os bultos para que no fuera descarado... aunque la cara me delataba. Mejor hinchar mofletes.
12:15.- La hora, pero la puerta no abre. No hay noticias de mi vuelo, ni siquiera un avión en pista. Varios vuelos que iban después ya tenían puerta, pero el mío aún nada. Decidí esperar pacientemente mientras comía algunas patatas más y dejaba el abrigo a un lado.
12:45.- La hora de cerrar... fue la hora de abrir. El avión llegó tarde y tarde tuvimos que entrar a él. No obstante, las gallinas que entran por las que van saliendo. Ryanair no tenía, para mi sorpresa, control de peso en la puerta por la que iba a embarcar. En seguida me puse a la cola y, con el maletín en una silla, fui devolviendo cosas a su sitio hasta quedarme con un par de ellas que hacían poco bulto. Me cerré el chaquetón y puse el gorro, con los guantes en la mano. Iba, obviamente, muy abrigado para la temperatura del aeropuerto, pero aunque se dieran cuenta ya estaba a punto de cumplir la gesta de volar con Ryanair y llevar 13kg de equipaje de mano sobre 10 permitidos... e incluso el exceso pudo ser mayor. Una vez pasé la puerta... todo estaba hecho. Sólo quedaba volver a casa.
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