He escrito mucho sobre lo que llevo de estancia aquí -supero la media de entradas en blogs Erasmus y de estancias en el extranjero- y un poco de la preparación del viaje, pero me quedaba un pequeño hueco muy emotivo... mis últimas horas en España antes del viaje. Pues bien, un mes después va llegando el momento de relatar como viví las últimas 24 horas, el último día, en mi querida tierra española. Seguramente, no sea nada parecido a lo que cualquiera se pueda imaginar.
Teniendo en cuenta que mi avión salía de madrugada, comenzaré por la noche inmediatamente anterior. Estaba en el piso de mis compañeros Dima y José, en Huelva. Tras ver el partido del FC Barcelona contra el AC Milán -dichoso Thiago...- con unas cervezas, me dispuse a empezar a estudiar Derecho Administrativo II. Así es, he dicho "empezar". La verdad es que aunque Derecho Financiero I la había tocado un poco a lo largo del verano... Derecho Administrativo me la estudié esa misma noche. Con los apuntes, el manual y los recursos digitales en la mesa, me puse manos a la obra para aprenderme una asignatura de 8 créditos ECTS en tiempo récord. Teniendo en cuenta que me jugaba la beca -y con ello la carrera- en ese examen, creo que ya puedo catalogarlo como la mayor locura de mi vida. A la una y media, algo cansado, me fui a dormir. Obviamente, tuve que dormir con las lentillas y no me llevé pijama ni ropa de cama. Total, para un par de horas...
Me levanté a las 6:00 de la mañana dispuesto a estudiar como un cosaco y a meterme en la cabeza todo lo que pudiera antes del examen, a las 10:00. Comí como un cerdo en el desyauno, pues me había comprado unas tartaletas de manzana y una tableta de chocolate (azúcar y serotonina, para mantener el ánimo) y refresco de cola (cafeína, para mantenerme despierto). De hecho, estuve comiendo hasta las 09:15, hora en que salí del piso. Minutos antes me había despedido de José, pues a Dima lo vería más tarde. Una vez fuera, con mi maletín cargado creo que con al menos 5kg, cogí un autobús urbano hasta la universidad y todavía llegué cinco minutos antes que la profesora al aula de exámenes. Una curiosidad es que, en la parte práctica del examen, el profesor me dejó completamente solo en el aula durante no menos de diez minutos. Me dio tiempo a terminar el examen, repasarlo y quedarme de pie junto a la mesa, apoyado en ella, hasta que volvió. El ejercicio me había salido a pedir de boca, así que ni se me pasó por lla cabeza intentar buscar en la teoría. Además, la teoría en Derecho es resumir de mala manera la legislación salvo en honrados casos, así que, como en las partes prácticas se permite usar la laegislación, carecía de todo sentido la picardía de rebuscar en el manual.
Cuando hube entregado el examen, el profesor me pregutó mi nombre y tras ojear la teoría, ya corregida, me dijo "tienes que haber hecho muy mal la parte práctica para suspender". Eso me tranquilizó y salí bastante contento, más preocupado por Financiero que por Administrativo. Me encontré en seguida con Elena, a la que felicité porque era su cumpleaños, y nos encaminamos a la cafetería a tomar unas cervezas en grupo. En la foto de la izquierda se ve a Dani Vázquez muy apañao poniéndonos delante unas aceitunas. Cayeron no pocas cervezas y me pedí una tapita de salpicón, la última en meses... -joder, cómo las hecho de menos, leches-.
Apuré el tiempo muchísimo, más de lo debido, y a la hora de irme, tras los abrazos y arracar la promesa de que me visitarán, Dima tuvo que hacer slalon en el tráfico para dejarme a tiempo en la estación de autobuses. Llegué tan justo que fui directamente al autobús a comprar el billete y llegué justo a tiempo, sin poder ir al aseo... y lo necesitaba tanto... De hecho, llegué a Lepe con un dolor de riñones tremendo por estar una hora entera sin poder ir al aseo. Pasaron un par de horas hasta que se me fue del todo el dolor. Ya en mi pueblo hasta la hora de irme, fui a casa de Virgi -mi novia- a almorzar, pues Loli
-mi suegra- me había invitado a ello. Tras comer, estuve con mi novia
unas horas hasta que fuimos a mi casa, donde aún tenía que ultimar las
maletas y todo lo que ellas iban a contener, pesándolas al gramo.
Esperamos a mis padres y nos fuimos a cenar a la Pizzería Daniel, donde me entretuve un rato hablando con Dani Zamorano, cómo no de política. Cené una buena pizza -también las echo de menos- y tras ello, una vez en mi casa sobre las doce y media de la noche, mi padre nos acercó a Virgi y a mí a su casa, donde me despediría de ella y su familia. Fue una despedida triste, pero sin lágrimas. Emotiva, pero sin grandes escenas de película. Lo prefiero así. Bueno, mis suegros se empeñaron en regalarme un poco de jamón que aún guardo. Lo aprecio tanto que lo voy guardando para mejor ocasión, pero pronto va a caer seguro.
De vuelta a mi casa, me quedaba con mi ciudad de noche... tan tranquila... todo estaba como siempre en cualquier día y a la vez era tan especial para mí... En casa, con las maletas completas, cogí la ropa que iba a llevarme en el viaje y la metí en una bolsa. Hasta Sevilla, iría más cómodo en camiseta de manga corta. De camino al aeropuerto, con tiempo, todo estaba tranquilo; España dormía. Llegamos al aeropuerto a las 4:00 y las puertas parecían cerradas, sólo por una de ellas se podía acceder al desierto salón que daba paso a las puertas de embarque. Una hora después había algo más de actividad y, sobre las cinco y media, pasé seguridad, viendo a mi familia por última vez para los próximos meses. Fue uno de los momentos más duros, porque cada vez iba despidiéndome de personas más cercanas y, ahora, también dejaba Andalucía, España.
Finalmente, al avión y, una vez dentro, leí una carta que mi novia me había escrito. Ése sí fue el momento más duro, cuando ya sí que no podía echarme atrás a miles de metros de altura. Tuve que leerla en varias veces y la volví a guardar. No sé a qué hora pasé la frontera y dejé España atrás, estaba además durmiendo. Logré conciliar el sueño hasta un poco antes de llegar al destino, lo cual agradezcí por el cansancio que tenía. Llevaba tanta actividad y tantas pocas horas de sueño que en cuanto me relajé caí rendido. De hecho, ya en la residencia me eché una siesta de tres horas...