sábado, 5 de noviembre de 2011

Todo tiene su causa

En la Universidad de Maastricht se emplea un sistema de aprendizaje "pionero" en toda Europa denominado, en su traducción al español, "aprendizaje basado en problemas". En él, los estudiantes analizan problemas que el profesorado les presenta, teniendo a su disposición las lecturas que les mandan -no se suele seguir un sólo manual-. El papel de profesor es tan curioso como cómodo, pues sólo tiene que sentarse en los tutoriales, dar pie a la discusión e ir guiéndola y corrigiendo a los alumnos, quienes realmente debaten sobre la materia que se han preparado previamente. Además, cada tutorial suele tener su parte magistral, sí, pero impartida también por un alumno que se ha preparado a conciencia esa lección y la imparte en un tiempo predeterminado.

Resulta que, bicheando obligado una de las lecturas para "Derecho en Europa: desde Gayo hasta la UE", he encontrado una curiosidad llamativa. En la recién nacida Universidad de Bolonia en el S. XII el sistema de aprendizaje en Derecho era el mismo. El profesor se limitaba a guiar a sus alumnos en la resolución de casos prácticas, para lo cual se esperaba que antes se agenciaran con textos sobre la materia. Sin duda, son realmente pioneros en Maastricht, si se me permite la ironía. Eso sí, he de admitir que el sistema me convence por el momento; no pretendo hacer una crítica destructiva contra un sistema que me parece mejor que la clase magistral. Convenientemente mezclado con el sistema socrático, creo que sería un modelo perfecto.

Voy más allá. Comenta el autor del libro que la creación de la primera universidad trajo "serior problemas" a los ciudadanos, los cuales sin embargo no querían perder el flujo de capital que suponía la presencia de tantos jóvenes estudiantes. ¡Qué curioso! Resulta que en la Edad Media los universitarios eran medio vándalos y nosotros quejándonos por la juventud de hoy en día.

Algún día tenía que pasar

Estamos en noviembre y yo concretamente en Maastricht, Países Bajos. Normalmente, éste es un país donde llueve más que se respira y el tiempo suele ser de perros más de 20 días al mes. No obstante, sorpresivamente el tiempo está dando su mejor cara y creo que habrá llovido como mucho una semana en el mes y medio que llevo aquí -¿tanto ha pasado ya?-.

He subido esta imagen no para mostraros el solecito tan bueno que hace, sino para dar rabia a todos los leperos y leperas que me leen, ya que por fin puedo decir que tengo mejor tiempo que el que hace allí. No hablaré de mañana domingo, mejor no. Esta captura la hoce el jueves por la noche y, excepto en viento, ganamos en todo. Eso sí, ahí está el pastel. Tenemos viento del sur, por eso hace tanto calor. A este paso la nieve va a llegar en enero... pero por mí que se retrase que aún tengo que ir en bicicleta a Aquisgrán y Lieja.

viernes, 4 de noviembre de 2011

El paseo por Valkenburg

Ya era hora de que fuera subiendo el vídeo que hice en Valkenburg. Tras semana y media en la que por fin relaté todo lo que había pasado a kilómetros de Maastricht, aquí traigo el vídeo que dije que había hecho cuando me metí por el caminito paralelo a la carretera. 

Espero que guste y sí, sé que tengo poco o ningún acento andaluz en él, pero aquí hablo normalmente español casto y puro porque rara vez me encuentro con andaluces. No obstante, es un gusto soltarme cuando tengo la oportunidad, aunque he de decir que tampoco que me es incómodo hablar español.

¡Una cerveza, maestro!

Obviamente, aquí las cervezas no se piden a lo sevillano ni te ponen una Cruzcampo por un euro, pero los Países Bajos es un país famoso por sus cervezas, flanqueado por dos países más cerveceros todavía si cabe, Alemania y Bélgica. Por cierto, ahí va una curiosidad: a la derecha está el símbolo oficial de la marca de cerveza andaluza "Cruzcampo", cuyo hombre regordete es Gambrinus, famoso rey belga amante de la cerveza y patrón no oficial de la misma. Para más inri, resulta que Cruzcampo pertenece desde hace algunos años a Heineken, el grupo cervecero neerlandés por excelencia. Al final... todo está conectado.


Y ya que la hemos nombrado, empezaremos la exposición cervecera por la archiconocida Heineken, disponible allá donde vayas en los Países Bajos y también en medio mundo. Suele ser la más barata y aún así ronda los 2,5€ en la mayoría de los bares por 25cl de zumo de cebada. Pensaréis que si pides una "cerveza" te ponen una Heineken por defecto... y puede ser que estáis en lo cierto pero cuando pides "cerveza" nunca sabes lo que te cuelan, igual que en España.

Otra muy famosa por aquí es Bavaria, la mayoría de las cuales se suele pedir sin alcohol. Es pues la marca de sin alcohol por excelencia... y por ende no la he probado aún. La otra variante tiene 5,0%, como la mayoría aquí.Tampoco la he comprado ni pedido, supongo que ya lo haré algún día... si eso.

La mayoría de los carteles de cerveza que tienen los bares aquí es de Bavaria, aunque la siguiente no es menos famosa. Se trata de Brand, la cual también aparece en muchísimos carteles al uso y luminosos. Es la cerveza que bebía al principio, de un sabor más acaramelado que la cerveza española, más suave en apariencia aún con sus 5,0%. Una buena cerveza en cualquier caso, quizás la mejor en comparación precio/calidad para comprar en el supermercado.

Continuamos ahora con una rubia fabricada en Bélgica, de fuerte sabor dulce, un alucinante 8,0% y que entra entre las más caras en el supermercado, Leffe. Es toda una delicia beberla, aunque el precio que tiene hace que sea prohibitiva para usarla de antesala para una fiesta.

Tiene un fuerte regusto, así que medio caliente es de esas que si las bebes te arrepientes. No sabe para nada como una cerveza española, típicamente refrescante, pues el sabor acaramelado de ésta, sin ser como una cerveza negra o una de chocolate portuguesa, hace que aún fría no deje sensación de frescor en la boca. En resumen, es una cerveza para degustar.

Sigamos ahora con una cervecita muy especial, hecha especialmente para mujeres. Se trata de Wieckse Rosé, una cerveza afrutada con un sabor dulce, por lo que entra rápido, demasiado rápido. No tiene ni rastro del sabor amargo de la cerveza y es un sucedáneo curioso. Sigue siendo cerveza, pero al igual que la Shandy está hecha de limón la Rosé tiene sabor a fresa y también un aroma a la misma. Aunque es más común entre mujeres, una vez por error terminé con una de ellas en la mano en un bar y he de decir que no está mal. Muy suave, pero nada mal.

Vamos ahora con otra de fabricación holandesa, aunque mucho más marginada aquí que en España. La propiertaria de la vieja Águila aquí es una cerveza barata, floja, de menor graduación de lo común y es poco consumida.

La compré hace un tiempo por ser económica, pero su mala calidad terminó por volverme loco junto a su tapón de rosca casi imposible de abrir a mano descubierta sin hacerse uno más daño que lo que después se disfruta la birra. Es curioso, pero diría que en España Amstel tiene más fama, renombre y se bebe más que aquí.

Turno para la cerveza del toro que, sorpresa, no es española ni por asomo.  Aquí la cervecita del toro es Jupiter, de mediana calidad y mediano precio, quizás una de las más fáciles de conseguir en los bares tras el trío Heineken-Bavaria-Brand. También algunos locales la tienen en sus letreros, aunque son minoría.

Se trata de una cerveza belga, como tantas aquí, aunque no sabría decir si allí se bebe más porque he ido poco y ninguna de las veces he ordenado pedido -me está haciendo daño el inglés, socorro- una cerveza.

Voy a terminar la exposición de cervezas locales con una belga, cómo no. Tras probar con la Brand, la Jupiter y la Amstel... encontré la horma de mi zapato. Martens es la cerveza más económica por aquí y no por ello es más suave o sabe mal. Las hay mejores, está claro, pero disfrutar de una cerveza que me cuesta a un euro el litro aquí es todo un hallazgo. De hecho, Heineken en el supermercado vale el doble, para que podáis haceros una idea. Por todo ello, aunque la ponga al final de la lista, Martens es la rubia de mis amores, la cual me acompañaba hasta hace poco en las salidas a habitaciones Erasmus ajenas antes de salir de fiesta. Uso el pasado porque desde hace dos o tres semanas me estoy aficionando al vino tinto... español, por supuesto. Aquí el Rioja de importación está sólo a 3,3€ la botella y el Aldea valenciano a 2,2€.

Bueno, ¿y cerveza española? Es imposible encontrar una Cruzcampo por estos lares, pero no todo está perdido. Estrella Damm es la cerveza española con más éxito aquí; la más fácil de encontrar entre las difíciles. San Miguel está en los restaurantes españoles y también Estrella Galicia en uno de aquí del centro, pero Estrella Damm es la única posible de encontrar fuera de ellos. Eso sí, en la licorería donde la vi -de supermercados nada- costaba la friolera de 5€ la botella de 0,75cl.  En el restaurante el tercio vale 3,5€, lo cual es muy barato en comparación con el resto, ya que es lo que puede costar una Brand o una Bavaria en cualquier pub.

Espero que os haya gustado esta exposición. Aquí la cerveza me vale un ojo de la cara en comparación con España... pero los griegos, italianos y franceses están encantados de tener este oro líquido a los precios de aquí, sobre todo las cervezas belgas.

jueves, 3 de noviembre de 2011

Halloween

 El pasado lunes se celebró por aquí Halloween, aunque tampoco tuve una salida muy larga. La fiesta comenzó en una habitación, como suele hacerse, y allí estuvimos bebiendo cerveza, vino, ron... cada uno a lo suyo. Yo estuve casi todo el tiempo con mis colegas del país de la bota. En la foto aparecemos Federico, Matteo y yo. Como se ve, estamos muy favorecidos los tres. He de decir que el gorro lo tomé prestado para la foto, era de una italiana. 

Aunque no se aprecia porque usaron el zoom, en mi mano tengo... ¡la tacita de vaca! Se hartó de vino, aunque lo compartió conmigo en buena parte. Después fuimos a un pub que estaba petado, donde pude discutir con un italiano que fue a Argentina seis meses si el acento de los Andes es más bonito que el peninsular. Puedo hacer concesiones con el soniquete, pero que me digan que "sho" es más bonito que "yo" me supera. Eso no es español, ostias, y dialecto tampoco.


Y me quejaba yo por no hacer nada...

He aquí una foto del libro que me regaló la profesora de procesal penal (junto a toda la clase, claro) y los documentos que tengo que leer para Historia del Derecho Europeo. Faltan unos cuantos, pero puede uno hacerse a la idea. Además de leer eso tengo que participar en debates semanales y en uno de ellos presentar un powerpoint exponiendo el tema a la sazón. Además de todo ello, debo preparar un ensayo jurídico de unas veinte carillas sobre la materia que quiera de historia del Derecho, pero aprobada por mi profesor antes de la quinta semana de clase. Y la primera ya se va volando...

Todo eso es sólo una asignatura. De la otra aún no pude agenciarme el conjunto de papelitos que conforman mi manual, ya que usa unos quince libros. Aún así, ayer tuve mi primera clase de grupo reducido en ella y me fue bastante bien. Un poco sorprendido por la facilidad que tiene la gente para asumir que se le den dos ostias al sospechoso para que hable en interrogación, pero superaré el trauma.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

¡A trabajar!

Tras tan larga y ansiosa espera, por fin estoy en mis cursos y este lunes he tenido mis primeras clases. Empezaba mal, porque tenía que agenciarme unos libros para leer y no lo había hecho. Entonces, quise levantarme temprano para ir a leerlos. Como tenía que pagar el mes de la residencia y entre una cosa y otra... nada, al cajón de las intenciones rotas. 

Fui a la Facultad con una hora de ventaja, de tal suerte que cuando terminé de pagar la residencia todavía pude ir a la Facultad, aparcar, buscar las aulas donde iba a dar clase y tener media hora de sobra. Me acerqué a la bibioteca a ver si podía al menos imprimir algo... y en ello eché más tiempo del que tenía. Además, fue un fracaso porque me lié tanto que no se cómo imprimi un documento de un estudiante de Ciencias Sociales.

Frustrado, fui a mirar la hora y el móvil empezó a jugármela. Al desbloquearlo se apagó y al encenderlo tardó un rato bueno, para darme el tiempo a poner el pin e irse de nuevo a dormir. Nada... seguramente llegaba tarde. Cuando pasaba por delante del edificio de la facultad, tras las ventanas vi llena de gente la sala que suponía era donde daba clase... joder. Al llegar, la puerta estaba cerrada, pero mejor maleducado que ausente. "Siempre llegando tarde" oia decir a mi novia en mi mente. "Sí, sí, bueno, culpa de las fotocopiadoras" me excusé ante ella mientras aporreaba suavemente la puerta. Sin respuesta. Me aventuré a entrar y el profesor ni se inmutó, así que hacia la silla. El profesor hablaba bien, tanto que no le entendía nada. ¿Dónde estaban mis compañeros de mi residencia? Le pregunté al alumno de al lado si eso es "Law in Europe" -Derecho en Europa-. Su respuesta fue tan muda como tajante. Me enseñó una hoja donde ponía "Metajuridica" y muchas palabrejas en holandés. Coño, por eso no entendía nada... Susuré disculpas y salí con el rabo entre las patas, cerrando la puerta tras de mí. Risas. Miré de nuevo en la chuleta del bolsillo. Joder, era en la primera planta y ahora llegaba más tarde aún. Al fin llegué. Me cercioré dos veces del cartelillo de la puerta, entreabierta, y mientras buscaba la chuletilla el profesor me vio y me invitó a pasar. "¿Law in Europe?" fue lo único que acerté a articular entre jadeos. Una respuesta afirmativa, seguida de una avalancha de palabras que tuve que pedir que fueran repetidas me dieron la bienvenida a la clase. Lo primero, presentarme. 

La clase transcurrió muy bien. La lección era Derecho romano, así que gracias a Felipe Toscano y sus romanos tirando palos sobre el vecino -chiste exclusivo para sus alumnos- pude lucirme en compañía de mi amigo Antonio Martinelli. El profesor es argentino, lo que hace traer de cabeza a los italianos por su pronunciación de los latinajos. 

Tras terminar, tuve media horita de descanso. Me fui a tomar un café en la máquina, malísimo... he visto aguas fecales con mejor color. En fin, para adentro y tuvo que surtir efecto porque estuve la hora siguiente medio malo con ojos de búho. La clase de proceso penal estuvo muy ilustrativa, el examen es con los libros delante, justo lo que más odio por delante de los tipo test, pero bueno... habrá que intentarlo. Una vez hube terminado me volví a casa y leí un poco del libro que nos ha regalado la de procesal. En inglés, obviamente, así me voy haciendo cuerpo. Un poco de diccionario a veces, pero así es como se va cogiendo vocabulario, leches. Ahora, a ver qué tal las siguientes clases.

lunes, 31 de octubre de 2011

Mi propia intro

Tenía ganas de tener mi propia cancioncita de introducción para éste mi blog... y se me ha ocurrido una muy buena. Ahí va la letra, se admiten propuestas de banda sonora:

En la ciudad de Maastricht
sin rastro de montañas
vive nuestro amigo Dani
en una humilde morada.

Se levanta
y va a clase
para sus estudios aprobar.

Pero un día la tristeza
llega hasta su corazón

Recuerda las birras con sus amigos,
las tapas y los platos de su país.

Que yo quiero aprobar
y después irme de aquí 
espérame cervecita
pensaré mucho en ti
no te olvides tapita mía
que pronto te iré a buscar.

Que en febrero a España iré
a buscarte donde estes
no me importa donde vayas...

Cruzcampo mía, te beberé!!!!!

domingo, 30 de octubre de 2011

Viernes en Tongeren (Bélgica)

No puedo decir que me haya aficionado a levantarme temprano, ni siquiera a pedalear durante kilómetros y kilómetros... pero me confieso amante del turismo de bajo coste. La salida a Tongeren me costó casi siete euros, no más. Y vais a poder juzgar, por lo que cuento, si mereció la pena o no la inversión. Yo la veo muy rentable.

Me levanté sobre las ocho y media, como la otra vez. Aunque había quedado con Feng, estuvimos debatiendo por Facebook el inicio de la ruta y al final nos retrasamos un poco. Vamos, que entre una cosa y otra dejamos Maastricht a las diez y algo, pero tampoco teníamos prisa. Tardamos aproximadamente hora y media en llegar a ritmo de paseo y nos dio una alegría tremenda ver el cartel que indicaba que entrábamos en Tongeren. Por supuesto nos echamos la foto que no puede faltar, con el cartel, lo cual empieza a ser tradición. Habíamos recorrido ya unos 20km, dispuestos a dar ahora un paseo por la ciudad. Recorrimos las calles que ya yo previamente había visto en Google Maps y llegamos al centro, donde dejamos las bicis aparcadas en una farola -Bélgica no tiene tanta infraestructura para bicicletas... y cuando uno se acostumbra a lo bueno lo echa en falta en su ausencia-. 

En la plaza del centro estaba la estatua de Ambiórix, caudillo de la tribu de los belgae, que luchó contra Julio César en la Guerra de las Galias. Lo reconocí inmediatamente y, agradeciendo la suerte de haberlo encontrado tan pronto, me eché un par de fotos.

Después estuvimos buscando el Museo galo-romano, pero por el camino entramos en una iglesia gótica bastante mona en cuyo interior colgaba un crucifijo sobre el altar. Justo detrás del punto desde el que hice la foto estaba la cámara del tesoro, lo cual por aquí ya he visto en dos o tres iglesias... ¡qué les gusta acumular dinero a estos cristianos!

Tras preguntar a una limpiadora y a duras pena entender lo que decía en flamenco, pudimos encontrar el edificio del buscado museo y vimos los precios con inesperada alegría. Siete euros para adultos, 5 para pensionistas... y sólo uno para menores de veitiseis años. La dependienta se fiaba y aún casi se enseñamos los DNI para demostrar la edad. Dejamos las mochilas en una taquilla y recogimos una guía que había que devolver al terminar la visita. El museo, bastante completo, hacía un interesante recorrido desde medio millón de años de la prehistoria hasta la dominación romana y las invasiones bárbaras.

Tras echarle una foto a un neandertal que estaba tumbado y abierto para observar sus órganos, Feng y yo fuimos recorriendo la sala 0, dedicada a la prehistoria más profunda. Los vídeos estaban en cuatro idiomas, por suerte uno de ellos era inglés, así que cada vez que veíamos una de esas pantallas íbamos a echar un ojo a ver qué nos contaba sobre los antepasados belgas. La conclusión, a juzgar por los mapas de expansión de culturas... es que lo que de España vaya tarde en los descrubrimientos nos viene de lejos. Nos echamos una graciosa foto en una tienda prehistórica a base de pieles y vimos unos vídeos sobre cómo cocer agua, elaborar pieles o preparar hachas neolíticas. Pese a todo lo interesante estaba por venir.

En un museo galo-romano, por mucho que la sala 1 estuviera dedicada a los pueblos bárbaros de los cinco mil años de la era anterior a la nuestra, tenía que tener objetos galos y romanos por la fuerza. Y ya al final de la sala 1 se veía la conquista romana de la Galia por Julio César, con un soldado romano y un galo perfectamente ataviados. Con el romano, tras ver que llevaba correctamente su indumentaria -le sobraba ese penacho, por cierto- me eché una foto; al galo lo llevo en la memoria y va que chuta. La última sala estaba repleta de objetos de la era romana, pero quizás menos interesantes en cuanto a contenido explicativo. Eso sí, la colección de ánforas era bastante grande, como suele suceder, al igual que la de monedas.

Tras terminar la visita cultural, el estómago tocaba diana, así que nos acercamos a un supermercado, donde me agencié fiambre, pan y agua. Feng, más previsor, llevaba un táper de pasta con tomate. Fuimos caminando hacia el muro romano y cuando vimos la maqueta y monumento que había cerca de donde tenía que estar fuimos a ir a comer. Al sentarnos, vimos el muro -o lo que quedaba de él- frente a nosotros. Dimos buena cuenta de la comida y echamos un ojo a dos máquinas de artillería romana que había expuestas: un onager y un scorpio. Al onagro definitivamente le faltaba la cuchara, así que Feng tuvo el detalle de donar temporalmente la suya para completar la maquinaria, como se aprecia en la foto.

Continuamos siguiendo el muro y nos echamos unas fotos antes de volver al centro para ir a ver el muro interior. Sí, Tongeren, que es la ciudad más antigua de Bélgica, tenía un muro interior y otro exterior de lo que de expandió la ciudad. Estuvimos buscándolo hasta que dimos con él y, aprovechando las piedras salientes, nos echamos las típicas fotos escalando el muro.

Lo interesante llegó cuando nos echamos una foto arriba del muro, que por el tamaño que tengo yo encima de él calculo que tendría unos cuatro metros de altura. Imponía más respeto posar para la foto que subir o bajar, desde luego.

Con el muro romano bastante visto, fuimos a emprender el camino de vuelta, pero debíamos atender ciertas necesidades fisiológicas. Como en el centro comercial del centro no había aseos -logré traducir el eslogan, que era "En Julianus, el cliente es César"-, decidimos ir a un bar y tomar algo para usar sus instalaciones de camino. Paramos en un pub y, como había billar, pues aprovechamos para echar una partida.

El café, cuyo precio asustaría a Zapatero, nos costó 1,90€, pero en su defensa hay que decir que además de estar bueno venía acompañado de una bandejita con la leche, el azúcar en terrones y una galletita de barquillo. Vamos, nada mal.

Aunque a Feng le dio por quitar el papel de la ranura fuera de servicio y echó la moneda donde no era, vino el dueño y nos solucionó el problema. Y pese que iba perdiendo yo, él coló la negra cuando sólo le quedaba ésta, pero en la tronera equivocada. Lo dicho, que gané con más orgullo que honra.

A la hora de volver hablábamos de que no habíamos tenido ningún incidente grave y nos alegrábamos, aunque para noo gafarla dijimos de esperar a estar en casa. La vuelta fue rápida, a una media de aproximadamente 18km/h (tengo cogido el ritmo que supone esa velocidad), por lo que la pudimos hacer en unos cuarenta minutos, más o menos la mitad que la ida.

Al llegar a Maastricht, indiqué a Feng que continuara recto y, poco después, rectifiqué corriendo a dos metros de la curva y le dije que era a mano izquierda. Él no pudo girar bien y terminó chocándose contra mí. Cayó a plomo hacia su derecha poco a poco porque le aguantaba mi bici, la cual fui bajando poco a poco para que no se me doblara. Él resultó ileso, con un poco de dolor en la rodilla, pero pude echarle una foto mientras estaba en el suelo... para la posteridad.

Para terminar, subo la ruta, siendo ésta más sencilla que la de Valkenburg pese a tener casi el mismo kilometraje: 40,1km.
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