sábado, 29 de octubre de 2011

Miércoles en Valkenburg (Países Bajos)

Dicen que nunca es tarde si la dicha es buena. Lo mismo espero yo por la tardanza en publicar esta entrada sobre mi viajecito a Valkenburg. De hecho, he tardado en ir a esa localidad pero la dicha ha sido buena, muy buena... salvo por un par de incidentes que os voy a contar. 

Me levanté temprano, sobre las ocho y media, para salir una hora más tarde desayunado en abundancia y, sobre todo bien preparado. Me puse un chaleco y cogí el paraguas por si las moscas. Luego, de abrigo, me coloqué cazadora, guantes, gorro, bufanda y pantalón térmico. La verdad es que al salir no notaba bajar los grados... salvo por la cara, que se me helaba. Fui a por la bicicleta y me encaminé hacia el este atravesando el río Mosa (Maas) por el puente más septentrional. Una vez en la otra orilla pude ver un cartel que me cortaba el paso. Incluso sin saber holandés pude entender que el paso estaba cerrado y que tenía que coger una vía alternativa que me señalaba. Todo perfecto y sin mayores incidentes. Continué por la vía paralela a la carretera y se me acabó la ciudad sin poder incorporarme a la calzada... así que volví atrás y pasando por debajo de la carretera por un túnel busqué por el otro lado: tampoco. Por más que hasta rodeé el estadio local, no se veía incorporación ni siquiera carril bici, como pude observar al acercarme a la carretera-autovía. Decidí tomar otra calle que había allí y que tomaba dirección este, haciendo una primera parada para deshacerme de bufanda y gorro y cambiar los guantes de lana por los de ciclista -había que adpatarse a la temperatura-. Tras callejear por el último barrio logré a duras penas encontrar una carretera que me llevó fuera de la zona residencial. Por fin, campo. Conforme ascendía un montículo la vista era tan bonita que no me puse resistir a echar una foto. 

Llegué al primer cruce de la jornada, ya fuera de ciudad y con mi destino a sólo 7km según el letrero. No obstante, era por autovía sin carril bici, así que crucé la misma por un puente a ver si encontraba uno en una carretera. En seguida llegué a Rothem, que entendí como el primer pueblo en mi ruta, pues no había memorizado los nombres, sólo dos: Berg y Vilt. Continué y en seguida salí del pueblo e iba por carretera. Al poco llegué a Meersen, donde me quedé sin carretera pues continuaba como una calle. Sin embargo, pude ver una ruta ciclista de esas que abundan en Holanda y con las que puedes atravesar el país. Como parecía ir en la dirección que yo quería porque un cartel señalaba Valkenburg en el mismo sentido, me metí por el parque y subí una cuestecita poco simpática. 

Cuando ya me estaba cabreando y empezaba a suponer que me había extraviado, encontré la salida del pueblo y una cuesta abajo muy larga me calmó los ánimos y me devolvió la alegría. En ella adelanté a una señora mayor que iba en bici, aunque me detuve a echar una foto de dos carteles hacia Valkenburg. El de la izquierda anunciaba 6km por la autovía y el de la derecha 5km por la ruta ciclista. Obviamente, me decanté por la comodidad y la cercanía, aunque la señora me adelantó mientras iba echando la foto. También vi un grupo de ciclistas profesionales, los primeros que veo por aquí. 

Al final de la cuestecita de la alegría estaban las vías del tren, que cruzaba por tercera vez, y Houthem, una localidad en la que está la "Sint gerlachuskerk". Pensé para mí mismo "ah, por supuesto, la iglesia de San Gerlachus, de toda la vida". Curiosamente volví a encontrarme por la señora mayor -dos kilómetros después de encontrármela la primera vez- y la adelanté de nuevo. Subí una cuesta y ¡sorpresa! Allí estaba el cartel de bienvenida a Valkenburg. Paré a echarme una foto y no, esta vez no me adelantó nadie.

Creo que en la instantánea se aprecia bastante mi alegría, pero como una imagen vale más que mil palabras sólo diré que empecé a cantar el villancico español "Hacia Belén va una burra, rin, rin". No sé por qué, sólo fue lo primero que me vino a la cabeza y allí estaba yo dándole salida por mis hispanas cuerdas vocales mientras descendía calle abajo. Buscaba a mano derecha el centro termal y a la izquierda el casino, pero no los encontraba... estarían más adelante. Entonces, vi un cartel que me los señalaba hacia delante y ya había recorrido un kilómetro de ciudad. Me di cuenta de lo que pasaba y pensé "por dónde coño me habré metido que he entrado al pueblo por el norte en vez de por el oeste". No obstante, estaba de demasiado buen humor como para molestarme por el error, ya estaba en Valkenburg. Eso sí, había tantos carteles marrones de sitios culturales que no sabía donde ir primero. La idea era investigar antes de ir con el grupo... ¡pero había tanto!

Llegué a la zona céntrica, donde estuve dando vueltas y me encontré... sí, señores y señoras: a la señora mayor de la bicicleta. No os asustéis, es la última vez que la vi en todo el día y seguramente en mi vida, pero tuve que esbozar una sonrisa por las coincidencias. Quería saber dónde estaba la entrada "correcta" del pueblo y me dirigí hacia el centro termal y el casino -qué tonto que soy, lo primero es lo primero-. Cuando vi la cuestecita que había que subir... duré no más de 100m. Quedaba mucho día por delante y mejor no rebentarse tan pronto. En la foto no se aprecia tanto, pero si se miran los edificios con sus líneas horizontales se ve el desnivel real. Por ejemplo, a mi espalda la pared blanca. Sobra decir que aún andando me costó porque llevaba la bici conmigo. 

Una vez arriba estuve a la entrada de los dos emblemáticos sitios que buscaba y me eché unas fotos con unos miembros del género vacuno que pastaban por allí arriba. Le eché una foto al mapa de bienvenida, que después me sirvió para guiarme por la ciudad y me eché otra con el temporizador en la que salgo con el cartel, como muestra de dónde estaba. Bajé la cuesta... no sin dificultad por lo rápido que cogía velocidad y la curva que tenía.

Fue casi al final donde me desvié a la derecha, tras el cementerio. Allí vi un caminito que se metía por entre unos árboles, con hojas en el suelo, castaños... todo muy bucólico.

Me adentré en el camino desmontado de la bici y con ella a rastras hasta que llegué a una escalera. Grabé un pequeño vídeo para recordar el silencio y la tranquilidad que se respiraban allí y cuando llegué a la parte final puse el seguro a la bici para subir unas escaleras hechas con maderas. No había mucho y volví a bajar, aunque en al menos tres ocasiones me subí a una de las lomas del camino para ver el campo que había más allá. Eso sí, no pude porque estaba todo vallado. Una de las veces la pendiente era especialmente escarpada y el otoño hacía que el suelo tuviera al menos 10cm de hojas, por lo que tenía que ir despejándolo con una rama para ascender. Vamos, que ya quisiera el protagonista del Último Superviviente.

Saqué algunas fotos también tanto al camino como al estropicio que había hecho en la ladera del mismo. Cada vez que me decidía a subir tenía que echarle el seguro a la bici, así que iba "de a pocos" andando unos metros hasta que veía el sitio para subir y poner el seguro. 

Finalmente salí de allí y regateé con el dueño de una gruta-acuario el precio de la entrada para un grupo de estudiantes, que al final pagaremos el 50% de la entrada inicial. Entré al cementerio a echarle un ojo, ya que las lápidas del suelo las cuidan de manera diferente, con un pequeño jardín en el que siembran flores o ponen decoración. Es evidente que no me presigné ni nada de eso porque para mí sólo es un terreno lleno de cadáveres y cierto arte fúnebre, pero por respeto a los que sí creen más en ello guardé silencio y me abstuve de hacer el guiri echando fotos.

Fui al centro a aparcar y buscar un edificio que se llamaba "Spaans Leenhof", que yo entendía que era algo español. Resulta que era una simple oficina turística enclavada en un edificio español. Estuve andando, dando vueltas por la ciudad, consultando en un parque de atracciones infantil si había algo interesante para jóvenes allí, buscando las grutas y su precio, la entrada a las ruinas, etcétera. Finalmente, mientras iba por la avenida, me metí sin intención en una exposición de esculturas de arena, cuando lo que realmente yo buscaba era un pasaje a la zona alta de la montaña. 

En cualquier caso, había verdadero arte en la pequeña cueva en la que aún trabajaban varios artistas de la arena mojada para recrear imágenes sobre Belén y el mito cristiano de Jesús de Nazaret desde la anunciación hasta la llegada a Belén. La que aparece en la foto es la matanza de Herodes, si no recuerdo mal.

Tras visitar el conjunto y salir, picaba el hambre y busqué en el centro algún sitio de comida rápida. Además, tenía dolor en la ingle, seguramente de un tirón, y necesitaba descansar. Como no había ninguno, tuve la "genial" idea de ir al restaurante "español" Gaudi. Tuve que haberme dado cuenta por el cartelito de una morena vestida de gitana que aquello de español tenía poco... 

Pedí una San Miguel y me arrepentí en seguida, corrigiéndolo por una sangría. Cuando me la sirvieron.. vi que estaba hecha a base de pera en vez de melocotón y aparte de que el vino era de baja graduación tenía demasiado azúcar. Vamos, que estaba buena pero de sangría tenía lo que yo de holandés: sólo la coincidencia del lugar. Pregunté al camarero si había españoles trabajando en el restaurante o alguien que supiera hablar español... y los cocineros eran todos chinos. Fui preguntado y revelé mi procedencia a cambio de aquella información, que me defraudó un poco mucho. Me iba haciendo a la idea de que mi tapita de tortilla de patatas no iba a ser la mejor que haya probado.

Una vez tuve todo servido eché la foto obligada y bueno, en ella se ve lo que me sirvieron por "una tapa de tortilla de patatas y una sangría". Todavía el camarero se quedó extrañado de que sólo tomara eso, lo que me da idea de que no ha oído nunca hablar que la tapa no es un entrante, sino un plato ligero en sí para cuando se quiere ir de tapeo. Con una sonrisa le indiqué con toda naturalidad que eso era todo. No tenía ganas de dejarme los cuartos para cumplir con imagen de turista ni quería ser mal embajador poniendo a los españoles como descorteses, así que procuraba sacar mi mejor sonrisa. Como mucho, me tomarían por catalán. Cuando me fuí, casi a rabia porque la tortilla estaba hecha a base de patata cortada en rodajas y cocidas en vez de fritas, además de que el huevo era más bien crudo y, por ende, la tortilla se deshacía más como una tarta de manzana que como una tortilla bien hecha, me tomé un helado cerca de allí. Aquí los helados son a una bola; un euro, aunque son más pequeñas que en españa. 

Tras dar un pequeño paseo y terminarme el helado, me monté en la bici y fui al sitio que me quedaba: el lago. Como se puede apreciar, la imagen era idílica... pero no tanto lo que allí me pasó. En un puente que cruzaba el desagüe del lago, apoyé la cámara fotográfica sobre una de las barandas y una vez que estaba perfectamente estable fui a echarme la foto. Entonces, vino un ventarrón y la cámara se cayó al suelo, con la buena suerte de que se cayó hacia dentro del puente y no hacia el agua... o no. Al caer la cámara se abrió -no sé cómo- la parte de la batería y tuve la gran suerte de que cayera entre las maderas... directa al agua. Me maldije mil veces por mi ocurrencia y, en medio de la desesperación, me asomé por las maderas: allí estaba flotando, gracias a la acumulación de plumas y hojarasca. Me quité la cazadora, los guantes y me estiré para poder alcanzarla desde debajo del puente, estirando la mano. Pude hacerlo con algo de suerte a la segunda, ya que a la primera pillé una rama. Cuando por fin recuperé la batería, que aunque mojada parecía en perfecto estado, intenté guardarlo todo y se me quitaron las ganas de seguir por allí, pero no podía meter la cámara en la funda con el objetivo abierto... así que tuve que probar a meterle la batería tras secarla a conciencia. Por suerte, funcionó perfectamente y la ultima foto del día fue al sitio en el que se cayó la batería, como recuerdo del trago amargo que me hizo pasar.

Después, un poco más reanimado, me fui por un camino que bordeaba el lago, siguiendo los carteles hacia "Kasteelhuis". Terminé llegando a una mansión que parecía decimonónica, rodeada de un bonito canal por todas partes y a la que se accedía por un puente. Tras verla desde fuera me volví a Valkenburg, que estaba ya a 2km de allí. A la entrada giré y me metí por una carretera secundaria a ver si lograba subir al monte donde estaba la Wilheminatoren, pero imposible. Tuve que volver y buscar otro camino, pero cuando tras preguntar estaba a punto de encontrarlo, al montar en la bici me golpeé la rodilla, lo que me dejó cojo unos largos minutos... sólo en Holanda, a 12km de mi residencia y teniendo que volver en bici. Tenía claro que si se me enfriaba me iba a doler más, así que me monté, fui a la cuesta y, tras subirla andando, me volví a montar y a volver a casa.Todavía en el camino unos canis en moto se me quedaron mirando y uno de ellos, viendo que era extranjero, hacía señas a los demás y me pitó, pero no pasó de ahí la cosa. Luego vi otro dirigiéndose hacia ellos en moto, quizás estaban esperándole y ello jugó a mi favor si pensaban venir los diez contra mí.

Llegué a la residencia sobre las 16:30 y me quedé con la ruta para volver con el grupo. Después, dibujé en Google Maps la ruta que había seguido, para hacerme una idea. En total, siete horas fuera de casa, 42,5km recorridos en bici -más unos cinco a pie-. Toda una maratón que ha merecido la pena. Acompaño una captura de la ruta, en la que se ve la búsqueda del camino para salir de Maastricht, el desvío hacia el norte, mis paseos por el centro, la salida de Valkenburg rodeando el lago y mi intento de buscar hacia el sur la escalada del monte.

jueves, 27 de octubre de 2011

Todo un español en tierras extranjeras

Ayer, mientras caminaba por Valkenburg -tengo pendiente hacer una entrada en detalle- me vi reflejado en un escaparate y me quedé pensando en la peazo pinta de español que tenía. De hecho, me acordé de una frase de un General de Artillería alemán durante la Segunda Guerra Mundial, que dice así: "Si en el frente os encontráis a un soldado mal afeitado, sucio, con las botas rotas y el uniforme desabrochado, cuadraos ante él, es un héroe, es un español..."

Obviamente, no soy soldado ni me considero un héroe, pero me acordé porque en el contraste de las ropas oscuras y abrigadas y los rostros de piel clara de la mayoría de los transeúntes, paseaba por allí alguien con mirada algo perdida y curiosa, tez morena, el afeitado de tres días y el pelo desaliñado por el gorro, vestido de un chaleco azul, con una mochila al cuello y algo de barro en los zapatos.

Para más señas, en la foto se aprecia las pintas que tenía con la "vestimenta estándar", ya que en la mochila llevaba cazadora, guantas, bufanda y hasta paraguas para prevenir el tiempo. De hecho, lo que me faltó es una botellita de agua... ¡qué cosas!

miércoles, 26 de octubre de 2011

Cena 2x1

He aquí mi cena dominical. De hecho, podría hablar de mi "doble cena dominical". Tras haber probado dos veces la carbonara italiana y considerar que he aprendido las sutilezas de cocinarla en sus vertiente española e italiana, tenía ganas de probar a ver qué tal se me daba ésta última.

Suele ocurrir que soy goloso con la carbonara. De hecho, en Huelva siempre hacíamos comida para tres cuando Dima y yo comíamos macarrones con tomate. Si hacía spaguetti carbonara preparaba cantidad para cuatro. Todo eso que se ve en la sartén me dio para dos platos... pero para mí. Le eché una foto porque me acordé de mi amigo Matteo Scarcia que decía que era imposible que me hubiera comido un plato de carbonara como el que ya mostré. Pues bien, esta vez ha sido a la carbonara italiana y dos platos. Obviamente terminé saciado... pero es que la carbonara está tan buena que merece llenar bien el estómago. Sólo tuve un par de percances porque tuve que usar mozzarella en vez de queso en polvo -ya está solucionado- y me descuidé y el huevo hizo un poco de tortilla, pero son defectos de la primera vez que se mejoran para siguientes.

martes, 25 de octubre de 2011

Con sabor a España

Anoche no sé cuántas veces cené. Primero fue una sopita, luego un poco de pipirrana, más tarde algo de paté con pan... y entre tanto y tanto algo de vino. Era ya tarde, casi las doce, y mi cena estaba durando entre una cosa y otra como que dos horas, casi ná.

Fue entonces cuando, aún con hambre, me acordé de cierta delicia que guardaba en un rinconcito. Me cogí la tacita, un plato, algunos panecillos tostados... ¡y al jamón! Joder, qué delicia comer jamón estando tan lejos de España. De hecho, por aquí se puede conseguir, sí... a 3€ los 80 gramos y no porque sea de una calidad increíble precisamente. 

Puse el jamón delicadamente sobre los panecillos tostados y los acompañé con algo de vino tinto. Ojo, que conste que aquí el vino español es de importación, así que el Rioja adquiere cierta categoría, incluso cuando se ponen a discutirme la calidad del mismo en comparación con los italianos y franceses. En cualquier caso, ahí quedó el colofón de la cena y, por supuesto, con un regusto inmejorable.

lunes, 24 de octubre de 2011

Por fin, se acabó la burocracia... de momento

Dicen que las buenas noticias no duran mucho... espero que ésta sí. Ayer escaneé mi contrato de estudios en su versión inglesa y todo apunta a que será el último trámite a cumplir hasta que me queden días para irme. 

Tras haber estado mes y medio entre unos papeles y otros, da una alegría inmensa tenerlo por fin todo listo y poder decir que en una semana empiezo las clases con todo en regla, sin más trabas ni problemas. Bastante me han fastidiado ya los papelitos dichosos.

Para que veáis la magnitud del embrollo, he tirado la carpeta de los papeles sbre la mesa y ahí tenéis la marabunta burocrática que hay que tener para ser Erasmus: acuerdo de reconomiento previo, learning agreement, carta de aceptación, credencial de Erasmus... Y ojo, aún quedan los que dejé en España...

domingo, 23 de octubre de 2011

Música de moda en Maastricht


Está entrada me la dedico a mí mismo. Lo siento en el alma, pero entre todas ésta si que la guardaré para momentos de melancolía cuando vuelva a España -la cosa es tener melancolía, aquí recordando España y en España recordando Maastricht-. Normalmente, yo ya he dicho en varias ocasiones, solemos ir al salón de baile para estudiantes Alla, en el centro de la ciudad. Pues bien, allá va el top ten de canciones que suenan por aquí cada fin de semana una y otra vez.

1.- Levels, de Avicii                                                         
  
2.- Bounce, de Calvin Harris feat Kelis
 

3.- Moves like Jagger, de Maroon 5
 

4.- Party rock anthem, de LMFAO

5.- Little bad girl, de David Guetta ft. Taio Cruz & Ludacris 

6.- Save the world, de Swedish House Mafia

7.- Party up, de DMX

8.- Titanium, de David Guetta ft. Sia


9.- Sex on fire, de Kings of Leon
 
10.- Danza Kuduro, de Don Omar ft. Lucenzo

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