sábado, 24 de diciembre de 2011

Mi tacita de vaca (II)

Las grandes amistades se ponen a prueba en los momentos más difíciles; las parejas que resisten las crisis se hacen más fuertes. Mi prueba de fuego estaba cerca... los exámenes. Con mi familia y amigos a 1800km de distancia, sólo podía apoyarme en ella: mi tacita de vaca.

Hemos pasado ratos apacibles compartiendo un café mientras la lluvia se deslizaba por la ventana, bebido vino en cenas Erasmus, derrochado días sabáticos enteros y aprovechado tardes para estudiar. Hasta el momento, todo había ido bien y allí estaba ella conmigo, pero llegaba la época de exámenes y el consecuente trabajo extra para aprobar. Entonces acudí a ella.

Necesitaba ayuda, sólo no podría con el temible examen que se iba acercando en el calendario. Por eso fui hasta la tacita y le rogué que me echase un cable cuando más la necesitaba. No era pequeña la tarea, y ella lo sabía, por eso se quedó pensativa en el microondas durante unos minutos. Yo, impaciente por naturaleza, no paraba de andar de un lado a otro de la cocina esperando a que se decidiese. Cuando por fin salió me calentó la manos y me aseguró que me ayudaría en todo lo que necesitase, ayudándome a estudiar y dándome ánimos cada día.

Fuimos a la habitación y nos pusimos manos a la obra. Ante la montaña de papel me agobié un poco y ella me dió unos besos cálidos con sus labios marrones, calentándome el alma y reconfortándome en aquella fría tarde de diciembre. No puedo decir que trabajase todo lo que me hubiera gustado, pero al menos sí que pude ponerme manos a la obra con el ánimo mucho más alto que antes. Gracias a ella. 

Fueron pasando los días, tan veloces como siempre, en compañía de mi tacita de vaca y los papeles para estudiar. Las tardes volaron, aunque fueron menos amargas en compañía, y llegó la final fecha del examen. Una última despedida antes del momento decisivo me cargó de energía para enfrentar el reto que me esperaba. Salí rendido, pero en cuanto llegué a casa la abracé y le agradecí su ayuda. Definitivamente, las grandes amistades se demuestran en los peores momentos... y mi tacita de vaca no me falló. 
Por desgracia la felicidad no nunca eterna ni completa. Por Navidades vuelvo a casa, pero ella no puede venir conmigo... Tras tanto tiempo juntos en buenos y malos momentos, acostumbrados a vernos día a día, a enfadarnos, a trabajar... se hace difícil la despedida aunque sea por unas semanas. Reservé el inevitable momento para el último segundo antes de partir, con la maleta y el chaquetón en la cama... y me dirigí hacia ella, que me estaba esperando en la estantería. 

Un gesto puede valer muchas veces más que mil palabras, por lo que fiel al refrán nos fundimos en un abrazo antes de irme. Estaba triste por despedirme de ella, pero alegre por volver a ver a mi familia y amigos. Es la idiosincracia de un Erasmus, corazón dividido entre dos tierras con felicidad incompleta en ambas, recordando siempre lo bueno del sitio en el que no está y aprovechando al máximo en el que sí. 

Para  mi suerte mi tacita de vaca estará esperándome a la vuelta de las vacaciones. Si volver a Lepe ha sido mi regalo de Navidad, volver a verla será mi regalo de Reyes.

viernes, 23 de diciembre de 2011

Primeras despedidas

Diciembre tiene algo que sólo tiene diciembre: la Navidad. Por desgracia, en el calendario Erasmus de Maastricht, Navidad también significa despedidas. Algunas de ellas son temporales, hasta la vuelta de las vaciones, otras no.

Tras varias cenas, algunos días de fiesta y muchos "últimos momentos", van llegando poco a poco las despedidas finales junto al taxi. Ayer por la noche se sucedieron en masa. 

En esta semana, los primeros en irse fueron Anna y Antonio junto a Matteo. Diría que tuvieron suerte en ser los primeros, pues al despedirse de todos en grupo no han tenido la amargura de ver cómo se va quedando vacía la residencia poco a poco, habitación a habitación. Ayer por la noche, en cambio, me despedí de Clara, Marco, Marie y Meera. Esta mañana ha sido el turno de decir adiós a Arminda, Federico, Chris y Lorenzo. Todos ellos han terminado ya su estancia Erasmus, aunque algunos planean volver para Carnavales en febrero, cuando ya me habré ido.

Fotos:
Desde la derecha, Lorenzo, Tony, Clara, Berta y yo.

Lorenzo y yo.

Clara y yo, con Íñigo al lado.

Desde la derecha, Stratos, Tony, Marco, Arminda, Clara, Aver, Federico y yo.

Arminda, Federico y yo.

Gauthier, Federico y yo.

¿Quién dijo distancia?

Hay ciertos placeres que llenan el alma y ayer, un día triste por las despedidas, tuve uno que me hizo emocionarme mucho. Fue una "tontería", es decir, nada que usualmente haga que uno empiece a brincar y a gritar a los compañeros de al lado "quest'é la squadra della mia cittadina!"* una y otra vez.

Una imagen vale más que mil palabras y no pude negarme el placer de echarme una foto junto a la pantalla en la que se podía ver en Maastricht el Sevilla-San Roque de la Copa del Rey. La cara que tengo en la foto atestugua la felicidad que me surgió y cuando dije el resultado y las condiciones (primera contra segunda B, campo del Sevilla...) todos coincidieron en afirmar la gesta de los aurinegros. Al fondo, Madruga con el patrocinio de El Jamón. La foto no pudo quedar mejor, aunque fue difícil captarme con el marcador y es necesario ampliar la foto para verlo, ya que por cuestiones del flash la pantalla salía gris en la foto. Y sí, el partido lo echaron ayer, con dos días de retraso... ma chi se ne frega!**.

*: ¡Éste es el equipo de fútbol de mi pequeña ciudad!
**: ¡A quién le importa!

jueves, 22 de diciembre de 2011

Mi santuario internacional

Mi estantería cada vez está más llena... y no de libros. Antes de guardarlos en la maleta, tenía ahí todos los regalos preparados y expuestos como un pequeño museo holandés. Tras ello, ha ido cambiando y así ha quedado hoy.

Arriba del todo se ven dos banderitas de Holanda a tamaño en miniatura, para mi futuro coche oficial -pequeña broma que sólo mi novia entenderá-. Un poco más abajo, la bandera de España de mi hermano y la camiseta blanca que tiene en el pecho "Italia" que me han regalado Anna y Antonio. 

Por último pero no menos importante, está la bandera de Holanda firmada ya por aquellos que ya se fueron o se van a ir, pero desde luego me quedan muchas que iré añadiendo en enero antes de despedirme definitivamente de Mastrique. 

En estos pocos símbolos -me falta algo andaluz y algo lepero, leches- resumo un poco, la verdad, mi estancia aquí hasta ahora. Vivo en Holanda con España en el corazón y con el grupo que tenido más afinidad ha sido el de italianos, con quienes he pasado horas y cenas hablando en español, inglés e italiano.

martes, 20 de diciembre de 2011

Contra el frío, abrigo

Hay fotos que si no se echan... uno se arrepiente. Ésta es una de esas fotos tontas que se recuerdan con más cariño que cien fotos a paisajes y edificios. Su historia es bastante curiosa graciosa -he dicho graciosa, Viir, que conste-. 

Estaba yo haciendo nada en Internet trabajando arduamente en mis estudios cuando Matteo me habló por Facebook para pedirme la bicicleta, pues él había vendido ya la suya. Tengo copia de las llaves en un llavero aparte, así que no me suponía molestia ninguna dejarle la bici mientras la tuviera a la mañana en el garaje. 

Matteo llegó a los minutos y me acerqué a la puerta a darle las llaves y saludarlo. Él no estaba seguro de qué bicicleta era la mía pese a las indicaciones... pero yo estaba en batín. "Well, I will bring my coat"*, le dije, pero me respondió que aún así el fango iba a ensuciarme las zapatillas. La solución fue ponerme las deportivas y, mientras lo hacía, le comentaba "So che non é una soluzione ortodossa, ma..."**. El resultado fue que quedé como aparezco en la foto, aunque no me la eché en ese momento. Salí a la calle viendo que nadie nos veía y me encaminé al garaje mientras él me decía que nadie iba a verme, que no me preocupara de ir tan gracioso. Fue entonces cuando, pasando por delante de la casa de Marina y Berta, se abrió la puerta de repente y salió la primera a saludarnos. Maldije mi suerte, pero sorpresivamente Marina no se percató de mi vestimenta. Bajábamos cuando, riendo, afirmé que estaba perfecto para una foto. Una vez Matteo se iba, al despedirse me confirmó que desde luego la combinación merecía foto. Así pues, cuando llegué a la habitación cogí en seguida la cámara de fotos y he aquí el resultado con orueba gráfica.
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