He aquí una de esas calles que uno odia coger en bici. Más que nada, por los adoquines que le hacen a uno ir dando botes sin motivo... En cualquier caso, ése no es el tema de la entrada... sino el aparcamiento. ¿Quién se imaginaba que sin coche iba a tener problemas para aparcar? Pese a lo que dicen de que en los Países Bajos dejar la bicicleta encadenada a una farola es motivo para que la policía la retire, eso sólo pasa si lo haces delante de alguien a quien le toque el alma y se ponga a llamar. Vamos, que normalmente no pasa nada.
En cualquier caso, es curioso que hay aparacamientos privados en los que aparcan los funcionarios del edificio, los propietarios de una urbanización o los clientes de un hospital. Aquí, a la izquierda, se ve con mayor detalle la seguridad de las bicicletas funcionariales de los trabajadores del edificio donde daba clases de inglés. La verdad es que, estando a 400€ una bicileta decente y de primera mano, a nadie de apetece que se la roben. Por eso, yo mismo voy ahora con dos candados en vez de uno. Lo más importante aquí es fijarla a algo consistente del mobiliario público: cualquier ladrón tiene tiempo de llevarse la bici con la rueda bloqueada y luego desbloquearla en casa...
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