sábado, 17 de septiembre de 2011

Día casero

A veces apetece quedarse en casa todo el rato, ya sea por el mal tiempo o por simples ganas. Mi caso hoy ha sido una mixturita de ambas. Las nubes con viento no invitaban a pasear y tampoco había muchas ganas de paseo tras la paliza de ayer.

Me levanté a media mañana dispuesto a salir a por una bici y la compra de provisiones para la guerra en Flandes comida para sobrevivir comer, pero me da que al final todo queda para la engorada agenda del lunes. Creo que he dejado tantas cosas para ese día que me va a dar un soponcio en el camino o me quedaré más que a gusto cuando termine. En cualquier caso, desayuné a lo holandés un poco que queso con pan, aunque el gruyere de aquí no me hace la simpatía que yo pensaba, así que habrá que probar con el gouda o el edam. Y los quesos no es lo único que he probado, las cervezas cercanas Lefe y Brand no están nada mal, cada una a su estilo.

Pese a lo dicho, no he pasado todo el día en casa. A la tarde sali a jugar un partidito de fútbol con mis compañeros internacionales -a ver, ninguno es de una selección nacional, pero somos estudiantes internacionales y bueno, si eso la selección europea- y mi equipo ganó el partido por 3-2 en el cual me marcaron el segundo siendo portero -nos pusieron 1-2- y pude marcar el tercero desde la banda disparando a la porteria solitaria, aunque tuve suerte pues el balón describió una parábola.

De paseo por el parque

Ayer recorrí la friolera de 25 km a pie entre un sitio y otro. Seguramente aún más, que fui y vine al centro, que está a 4 km, tres veces y todavía tuve que moverme por allí entre callejuelas, así que mis pies no daban más de si al acostarme. 

Por la tarde quise acercarme al centro de estudiantes Erasmus a recoger mi tarjeta ESN universitaria y llegué con la hora justa echando un paseo, pero necesitaba imprimer la foto en vez de llevarla en formato digital. Nada, viaje en vano, así que me puse a dar vueltas por allí al amparo de la seguridad que me daba llevar el mapa en la mochila por si las moscas. Cuando creía que había llegado al río y sus puentes, en verdad estaba visitando un parque bastante bonito con estanques, patos, mucha vegetación y hasta un castillo en una de sus partes. 

No me entretuve mucho más que en echarme un par de fotos y seguí caminando hasta que llegué de nuevo a Vrijthof, la plaza en torno a la cual gira todo en esta ciudad, con la salvedad del Ayuntamiento y los mercados. 

Todavía pude volver a tiempo de pasarme por el C1000, un supermercado local, y comprar algo de queso, ensaladilla y coca cola para la cena que estaban organizando algunos Erasmus. Los comercios cierran aquí de media a las 18:00, así que preveo quedarme sin comprar más de un día por dejarme caer. De hecho, el primer día eran las 19:30 y todavía quería ducharme y comprar. Iluso de mí.

Una vez llegué a casa, mi compañero y yo nos acercamos al Jumbo, un supermercado cercano que cierra más tarde, en el que compramos los ingredientes para una ensalada que preparó Íñigo con nueces, queso, tomate, lechuga, mostaza, etc. En la cena Erasmus, a la que llegamos tarde por veinte minutos como la mayoría de españoles, conocí a más compañeros de Francia, Italia y Grecia. Después fuimos a un pub bastante ambientado del centro. Como no tenía bicicleta, es evidente que tenía que buscar un medio alternativo. La solución fue ir de paquete en la bici de Íñigo, aunque como me era incómodo fui corriendo un rato, ya que iban relativamente despacio. Después, otro tramo en bici y ya hasta que llegamos al local. Estuvimos en él hasta las 03:30 y después de estar bailando y de pie durante horas tocaba volver a casita a pie. Un rato también me monté atrás en la bici y el tramo final la llevé yo. Éstas bicis de ciudad son diferentes a las de montaña a las que estoy acostumbrado, pero creo que ya me estoy haciendo a ellas.

viernes, 16 de septiembre de 2011

A explorar


Primer día en Holanda los Países Bajos -cuesta acostumbrarse, leches-. Tras levantarme a una hora decente y ver que, por datos estadísticos, ya me había perdido dos horas de luz -y aquí están muy cotizadas- me dispuse a prepararme para dar una vuelta y mover papeles.

Nada más salir volví a la avenida por la que ayer llegué, Malbergsingel, que se puede ver en la foto y que es bastante mona para pasear, aunque eso es sólo un tramo. La Vía Regia -aquí la llaman "via riguia" o algo así- es bastante bonita y, sobre todo, amplia, teniendo en cuenta que es la principal arteria de la ciudad y desde ella se llega al centro, si bien iré buscando atajos para evitar círculos tontos.

Llegando al final de la Via Regia, cerca del centro, me encontré una catedral que ya me informaré de cual es y que estaba en obras en la parte de su ábside, como se ve en la foto. Aunque he visto algunos monumentos, sobre todo religiosos, aún no he visitado ninguno hasta estar completamente instalado, y eso incluye teléfono móvil, tarjeta universitaria, certificado de llegada, etc.
 
Eso sí, antes de llegar a esa catedral -gótica, por cierto- pasé por delante del palacio de Justicia en el que ayer me colé sin querer.  Así que no pude resistirme de echarle una foto para que se viera, ya que es un edificio muy bonito. A la izquierda sale un camino que da la vuelta al edificio, donde están las oficinas resntringidas al paso... pues allí fue donde me metí. Menos mal que me dejaron escapar sin mayores problemas. Continuando mi camino y tras pasar la catedral, me metí por callejuelas para llegar al centro y a la plaza Vrijthof, donde está la sede del ING aquí y además hay muchos bares. De hecho, de camino a dicha plaza me topé con los bares de moda Erasmus, el Randstad y el Highlander, sino me equivoco. En cualquier caso, cuando llegué vi un montón de mesas, sillas... y chinos echando fotos como si jugaran al Wii Party. El hambre llamaba, pero fui a buscar la facultad que estaba cerca. Un poco de lío para encontrar lo que quería, ya que en la recepción no tenían idea de que hubiera "oficina para estudiantes Erasmus" -y no la hay-, así que tuve que mencionar el nombre de la persona que está al frente de la misma, con lo cual me indicaron su despacho. Eso sí, tenía un cartelito colgado indicando que cualquier pregunta se resolvía en el "Despacho de Educación", así que vuelta atrás, que no es plan llegar y molestar el primer día. En el Hall de nuevo había un panel con os horarios y como hoy no es día para afortunados como yo, hasta el lunes a las 10:00 no podré ir... y no iba a quedarme esperando así que de vuelta a la calle.

Como me había quedado con hambre y la "Red de estudiantes de intercambio Erasmus" -ESN, para abreviar- no abre hasta las 15:00... me propuse ir a un Kebap que vi en una de las callejuelas. Claro, en vez de volver sobre mis pasos quise acortar describiendo un círculo, volviendo por otra calle... así que obviamente tardé el doble. Me metí por una calle anterior a la que debía y en vez de girar a la izquierda lo hice a la derecha: de vuelta en la puerta de la facultad. A la siguiente vez llegué hasta la avenida en la que al fondo se veía la catedral, así que ya estaba más cerca. Encontré la calle, que por cosas de la vida se llamaba "Calvariestraat" -calle del Calvario- y me entendí con el vendedor como pude teniendo en cuenta que él solo hablaba holandés.  Eso sí, algunas cosillas voy aprendiendo. Ya se los días de la semana, abierto y cerrado, prohibido, en fin, lo que voy viendo en los carteles, siendo mi máximo reto haber entendido "Prohibido dejar las bicicletas aparcadas en la verja" en la Plaza Vrijthof. Como iba diciendo, me zampé el durum por la calle mientras volvía, no sin antes dejar una prueba en la cámara con la catedral de fondo. Ya se que la comida turca no es muy holandesa... pero a mí me sabía como en casa.

jueves, 15 de septiembre de 2011

Finalmente en Maastricht

Me ha costado titular esta entrada. No podía poner "al fin" en Maastricht porque si de mí dependiera a lo mejor me hubiera retrasado un poco, ni tampoco "por fin", y "ya" denotaba pasotismo. He preferido una fórmula más poética, con el contraste de "finalmente" con la realidad, que es el inicio de una etapa que espero aprovechar al máximo.

Ayer por la noche comencé la travesía. Tras estar todo el día de despedidas, más duras y difíciles conforme iban pasando, mi familia me llevó al aeropuerto, donde tuve el placer y honor de ser el primero en la fila para facturar, aunque tuviera que esperar un poco a que abriese la ventanilla.

 Con todo facturado, era cuestión de esperar e ir hacia el avión. Pasé seguridad una hora antes de la salida del vuelo y llegué unos minutos antes de su apertura a la puerta de embarque. Primera sorpresa del viaje: tuvimos que caminar por la pista para llegar al avión. Una vez dentro, segunda fila y a esperar... y dormir, que todavía me pregunto cómo lo logré.

Cuando me desperté había unas vistas preciosas desde el avión, en las que se podía ver la campiña belga y holandesa, con los diques de contención ante los ríos y canales. Una vez llegué, me dirigí al aseo antes de recoger mi equipaje y me dispongo a tener mi primer contacto con los holandeses -que no se piense mal-. Como buscaba el aseo de hombres y sólo veía el de mujeres, una chica que se estaba liando un porro me indicó la dirección con el dedo y sonriente. Así es fácil caer en estereotipos...

Con las maletas por pesada escolta, no me fue fácil moverme, pero logré comprar un billete de autobús y entrar en él. Me llevó hasta la estación del centro, que combina autobuses, taxis y trenes, por una carretera que era sólo para autobuses, situada en el centro de la avenida... curioso. Una vez llegué me compré un billete como pude y me acerqué al andén, donde el tren se fue delante de mis narices y tuve que esperar media hora. Revisando el billete aparecía "kindtarief" (precio infantil), ya que me preguntaban si quería tarifa completa o descuento y uno siempre prefiere el descuento. Al final me salió mas caro porque tuve que acercarme a la oficina a comprar uno nuevo y aquí si no usas la maquinita automática te cargan 0,50€ más.

Sea como fuere, entré en el tren billete en mano y a esperar. Pero mientras echaba fotos no sé dónde puse el billete y justo que venía el revisor mientras lo buscaba. Le expliqué mi situación y tuvo la amabilidad de hacer la vista gorda, sonriendo ante mi apurada situación. A cada estación intentaba deducir algo de los mensajes en holandés, intentando oír "Maastricht". Era la última estación y no tuve problemas, ¿pero quién se entera de eso en holandés?
Ya en Maastricht tuve que descifrar los nombres de los barrios para llegar a Malberg, pero acerté a coger la línea 1 por el módico precio de 2,50€. Me dejó junto a los edificios y bueno... allí no había oficina: empezaba lo bueno. Pregunté a una mujer holandesa y no sabía de una oficina por allí, pero empezó a preguntar y a guiarme y encontramos a un chico francés que se alojaba en mi misma residencia, quien me indicó dónde ir: a un kilómetro estaba la oficina central. Rendido ante la evidencia de tener que hacer ese trayecto con las maletas, acepté la propuesta de dejar las maletas en la habitación del chico y volver por ellas. Fui caminando por la ciudad, guiándome por mis recuerdos del Google Maps y un mapa, y cuando llegaba pregunté a unas chicas que hablaban español. Como fui por el camino equivocado y un hombre que abrió una puerta con su credencial me dejó pasar... entré en la zona restringida para el personal del Tribunal de Justicia. Intenté salir pero todas las puertas tenían lector de tarjeta... así que tuve que preguntar a una señora que tras preguntarme cómo había burlado la seguridad -un recién llegado Erasmus, para más inri- me abrió las puertas y me indicó el camino. Por fin pude encontrar el despacho y firmé el contrato, recogí las llaves... y me ofrecieron acercarme a la habitación. Acepté, aunque tuve que esperar un buen rato -si lo hubiera sabido desde el principio...-. Me llevaron hasta la habitación indicándome las llaves y los lugares, así que quise conocer el edificio antes de recoger las maletas. Me encontré a mi compañero, Íñigo, que me estaba dando las indicaciones sobre el apartamento cuando me dio por preguntarle de dónde era. Al escuchar que era de Bilbao sólo pude decir "¡De cojones!" con una amplia sonrisa.
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