Ya tenía cierta idea de ello... pero conforme van pasando los días veo que la mayor aportación que puede hacer esta estancia Erasmus no está en los libros, ni siquiera en el sistema basado en resolución de casos de la Universidad de Maastricht, sin menospreciarlo. Lo que estoy viviendo aquí es único... suerte que soy consciente de ello mientras estoy aquí y no después de terminar, porque quiero apurar cada segundo en esta maravillosa ciudad.
Hice la compra, aunque como siempre se me olvidaron algunas cosillas, y más tarde vi el partido del Athletic de Bilbao con Íñigo. Después, ya a la noche y después de "cenar" -tres salchichas y una cerveza, a lo alemán- nos acercamos a la habitación de Chris y Federico, australiano e italiano respectivamente. Éramos los únicos dos españoles, así que tocaba hablar inglés. Eso sí, me dio tiempo a hablar un poco de italiano.
Aunque la mayoría quería acostarse o ir a descansar, reunimos un buen grupo muy variopinto y mundial -estaban representadas Australia, Dinamarca, Suecia, Grecia, Italia y España- para ir a Amorsplein -plaza del amor- a tomar una cerveza. Pude hablar un poco de español con Federico, que hacía tiempo que no lo practicaba, y en la puerta del bar oí ese idioma que cuando vas al extranjero suena celestial: español. Tres holandeses practicaban español para ayudar a una chica que mañana se examina en la escuela de hostelería. Por supuesto, aproveché para echarle un cable y creo que terminó un poco más segura de sí misma, a juzgar por la cara que ponía antes y después. Espero que tenga suerte y, aunque no llegué a saber su nombre, sí que me enseñó a decir "dolor de cabeza" en holandés, algo así como "hoofpaint" -muy útil para cuando el profe me preunte en clase, le dije-. En cualquier caso, todavía pude quedar con los últimos dos supervivientes a dar una vuelta con un grupo de alemanes que conocimos, de los cuales hablábamos más con una chica de Colonia -Köln- que estudia medicina. Eso sí, cuando intentábamos entrar en un pub los perdí de vista un segundo y adiós... así que como no los vi dentro del pub cuando logré entrar, me volví a casa en bici. Una vez aquí intenté hablar en italiano con un compañero y me ha pedido que le enseñe algo de español, lo cual haré con gusto a la par que espero aprender italiano -y quien sabe si aprenderé algo de holandés-.
En España, mi oxidado francés carecía de sentido e iba olvidando el italiano por momentos. No obstante, aquí es gratificante escuchar y hablar varios idiomas, aunque sea a veces sólo saludar, me siento más internacional, más Erasmus. En realidad, estudiarme unas asignaturas puedo hacerlo en Huelva, pero conocer tantas culturas e idiomas al mismo tiempo... eso sólo podré hacerlo durante estos meses.