viernes, 23 de septiembre de 2011

Ya van dos

No lo hago todos los días, pero a veces doy una vuelta solo en bici. Por compras, deberes institucionales -qué bien suena así llamado el papeleo- o simple placer -ocio, quise decir ocio-. La cuestión no radica tanto en la frecuencia ni el cuándo sino en el cómo. Y más concretamente en la vuelta.Hoy ha sido la segunda vez. Y ha sucedido de la misma manera que la otra, lo cual ya mosquea. 

Atardecer en Maastricht. Conduciendo mi flamante bicicleta de segunda mano y despintada por Malbergsingel me dispongo a girar a la izquierda para entrar en Reinaartsingel, la calle donde está la residencia. Entonces veo un gato negro que comienza a cruzar la calle con parsimonia. Primero me mira, cual peatón al borde de la acera. Cruza tranquilo y con tiempo y paso aproximadamente cuando él está terminando de cruzar. Extrañado, miro atrás por aquello que dicen de cruzarse con gatos negros y veo que me está mirando, hierático, con su mirada felina fijada en mi rostro. Después de ello él continúa su camino y yo el mío. 

No soy supersticioso, pero ya me está mosqueando el minino. O me tiene la hora cogida o la casualidad es demasiado... caprichosa -seamos parcos en palabras desagradables-. En cualquier caso, las dos escenas han sido exactamente idénticas... de película.

Cambio de dieta: de Holanda a Italia

Por fin un alimento consistente, preparado por mí, y que me llena bien la tripa. He tardado una semana, pero al fin he podido hacer la especialidad de la casa: macarrones con tomate. Me han faltado las salchichas, que aquí no hay donde encontrarlas, así que eché algo de bacon en sustitución. No faltó la mozzarella para darle el toque definitivo y la verdad es que no me quejo, ha quedado bien. Mejor de lo que esperaba, teniendo en cuenta el cambio de sabor por los ingredientes. En la foto se ve el resultado, que queda como prueba de la heroicidad de haber sobrevivido a la cocina de gas -casi me quemo las manos dos o tres veces-. 

Nada mejor para reposarlo que leer un poco de Derecho Administrativo en inglés y europeo, así que le pedí a Íñigo su libro y así me entretengo un poco leyendo inglés, adquiriendo vocabulario técnico jurídico y, por qué no, entrando en materia con mi área de conocimiento favorito. Luego, si el cuerpo no me reclama una siesta, iré a comprar la dichosa colcha. 

Por cierto, ayer por fin me encontré con andaluces, qué alegría dejar libre tó mi acento andalú correteando por el aire holandés. Un compañero de clase de inglés es andaluz y, además, nos encontramos con las Tunas españolas en Amorplein tomando unas cervezas. Gaditanos, sevillanos y malagueños, sí señor, así da gusto.

jueves, 22 de septiembre de 2011

Día de locos

Sí, así es, y todavía no ha terminado. Me levanté  media mañana, con tiempo de sobra para pillarme un cuaderno e ir al curso de inglés, desayunar, arreglarme... llegué un cuarto de hora después de empezar. ¿Tarde? No, aquí tenemos lo que se llama el "Limburg quartier" -la hora de Limburgo- que siempre va un cuarto de hora con retraso de la normal. Vamos, como los cinco minutos de cortesía pero triplicados. Y pensar que aquí, comparado con los limburgueses, soy lo más puntual del mundo... me encanta. 

El curso de inglés, como el otro día, estuvo muy ilustrativo. Voy teniendo menos lagunas, aprendo curiosidades sobre el PBL -aprendizaje basado en problemas- y de camino aprendo a discutir, refutar y proponer correctamente en inglés. A la vuelta, Íñigo y yo fuimos a comprar al Jumbo y me ha sucedido una anécdota para los anales... Resulta que estábamos aparcando las bicis y no era capaz de engancharla bien porque se me iba calle abajo y para colmo me manché de grasa el pantalón -mamá, lo siento, es culpa de la bici- así que un poco molesto -algo más que un poco en realidad- colgué las llaves del manillar, puse el patacabra y la pude encadenar donde los carritos de la compra. Unos minutos después vimos un aparacamiento acondicionado y más sencillo. Hicimos la compra tranquilamente -por fin encontré la nata, aunque sigo sin salchichas...- y al salir buscaba mis llaves de camino a la bici: no estaban en el bolsillo, tampoco colgadas, no recordaba haberlas metido en la mochilla... me acercaba a la bicicleta y... ¡horror! Allí estaban, aún colgando del manillar tan simpáticas al viento. Mis llaves de la residencia, la habitación, la bici... ¡todas! Como dijo Íñigo, seguramente era tan fácil que seguramente quien lo viera pensase que era una trampa, porque la cinta de la que cuelgan las llaves pone "Guesthouse UM" -residencia de la Universidad de Maastricht-. Tuve suerte y vigilaré más. 

Todavía mientras volvíamos se me calló el pan en plena calle y tuve que hacer chirriar mis frenos a "toda pastilla". Menos mal que no sufrió ningún percance gracias a la bolsita que lo protege. Eso sí, cuando llegué a casa eran las cinco y una compañera me había dejado un mensaje pidiéndonos algo de pan para que les dejásemos. Vaya día... de locos. Y todavía queda rato, que esta noche hay planes para salir.

No todo está en las clases

Ya tenía cierta idea de ello... pero conforme van pasando los días veo que la mayor aportación que puede hacer esta estancia Erasmus no está en los libros, ni siquiera en el sistema basado en resolución de casos de la Universidad de Maastricht, sin menospreciarlo. Lo que estoy viviendo aquí es único... suerte que soy consciente de ello mientras estoy aquí y no después de terminar, porque quiero apurar cada segundo en esta maravillosa ciudad.

Hice la compra, aunque como siempre se me olvidaron algunas cosillas, y más tarde vi el partido del Athletic de Bilbao con Íñigo. Después, ya a la noche y después de "cenar" -tres salchichas y una cerveza, a lo alemán- nos acercamos a la habitación de Chris y Federico, australiano e italiano respectivamente. Éramos los únicos dos españoles, así que tocaba hablar inglés. Eso sí, me dio tiempo a hablar un poco de italiano. 

Aunque la mayoría quería acostarse o ir a descansar, reunimos un buen grupo muy variopinto y mundial -estaban representadas Australia, Dinamarca, Suecia, Grecia, Italia y España- para ir a Amorsplein -plaza del amor- a tomar una cerveza. Pude hablar un poco de español con Federico, que hacía tiempo que no lo practicaba, y en la puerta del bar oí ese idioma que cuando vas al extranjero suena celestial: español. Tres holandeses practicaban español para ayudar a una chica que mañana se examina en la escuela de hostelería. Por supuesto, aproveché para echarle un cable y creo que terminó un poco más segura de sí misma, a juzgar por la cara que ponía antes y después. Espero que tenga suerte y, aunque no llegué a saber su nombre, sí que me enseñó a decir "dolor de cabeza" en holandés, algo así como "hoofpaint" -muy útil para cuando el profe me preunte en clase, le dije-. En cualquier caso, todavía pude quedar con los últimos dos supervivientes a dar una vuelta con un grupo de alemanes que conocimos, de los cuales hablábamos más con una chica de Colonia -Köln- que estudia medicina. Eso sí, cuando intentábamos entrar en un pub los perdí de vista un segundo y adiós... así que como no los vi dentro del pub cuando logré entrar, me volví a casa en bici. Una vez aquí intenté hablar en italiano con un compañero y me ha pedido que le enseñe algo de español, lo cual haré con gusto a la par que espero aprender italiano -y quien sabe si aprenderé algo de holandés-. 

En España, mi oxidado francés carecía de sentido e iba olvidando el italiano por momentos. No obstante, aquí es gratificante escuchar y hablar varios idiomas, aunque sea a veces sólo saludar, me siento más internacional, más Erasmus. En realidad, estudiarme unas asignaturas puedo hacerlo en Huelva, pero conocer tantas culturas e idiomas al mismo tiempo... eso sólo podré hacerlo durante estos meses.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Not so alone in the dark

Me gusta titular mis entradas con lo primero que se me viene a la cabeza. Siempre que vaya relacionado con lo que escribo, claro. Por casualidad, intentando encontrar una tienda de mantas en Maastricht -me muero de frío por las noches sin una y ya llevo una semana usando la bata y el chaquetón como sucedáneo- vi el blog de una chica que había salido de Maastricht en febrero -como yo haré en unos meses- y como tenía pocas entradas las he leído todas una a una.

El título de la entrada significa "no tan solo en la oscuridad" y no es carente de sentido. Mientras leía sus escritos he sentido como un vínculo difícil de explicar, es como si leyera mi futuro o a alguien que me entiende sin que haya mediado palabra con ella. El nexo es evidente: una estancia Erasmus en Maastricht, y es la sensación de leer su blog ha sido como viajar a un pasado reciente que late en mi presente con otras manifestaciones. A veces, el maremágnum de papeleo y estar lejos de todas las personas de mi entorno me hace verme "alone in the dark" -solo en la oscuridad-, aunque menos gracias a mis compañeros Erasmus. Viendo ese blog no me he sentido tan solo, he visto a alguien que ha pasado por lo mismo en un pasado reciente, que se ha visto en una estancia Erasmus casi sin tener el perfil exacto de estudiante Erasmus. 

Quiero tomar prestada de su blog una foto que pensaba hacer y que he encontrado allí y es la aglomeración de bicicletas ante los edificios universitarios, estación de tren, residencias, etc. 

Parece surrealista pero así es, todas esas bicis pueden encontrarle en ante un sólo edificio.  Por lo demás, el enlace del blog es éste: http://cartasdeholanda.blogspot.com/ Es muy cortito, así que es sencillo de leer. 

Siempre hay tiempo...

Ayer empecé el curso de inglés al que me inscribí, de 20 horas, caro y espero que bueno. El profesor es cercano y, aunque a veces tengo lagunas en entenderle lo que dice, me voy haciendo el oído. La verdad es que se nota la diferencia con los primeros días, y no soy el único. Algunos compañeros Erasmus me han confesado que ya se van soltando frente a los primeros días en los que se quedaban bloqueados.

Como el curso era a mediodía, tocaba almorzar a la cuatro de la tarde. Unos macarrones bolognesa algo accidentados pero buenos al gusto. Las ollas de la residencia son muy pequeñas en su mayoría, pero la única sartén es grande... en fin. Pese a la hora de comer, siempre hay tiempo para una pequeña siesta de una horita para reposar la comida y asentar mentalmente lo aprendido. 

Tras levantarme y estar un rato en casa me dispuse a salir en bici. Era algo tarde porque a las siete el sol ya cae y comienza a refrescar, pero tenía ganas de dar una vuelta por la ciudad sin ir a ninguna parte y siempre hay tiempo para coger un poco la bici. Sentir el aire frío y húmedo de Limburgo contra mi cara, la velocidad, el tráfico, la ciudad. Estuve casi hora y media pedaleando sin parar de un lado a otro recorriéndome casi 13km, por lo que he calculado en Google Maps. Pasé por la plaza Markt, el Mosae Forum, Maasboulevard, Stadspark y Monseigneur Park, entre otros sitios. Subí a dos de los cinco puentes de Maastricht, aunque no terminé de pasar a la otra orilla, que no piso desde que llegué. Otro día será, aunque cada vez que cojo esta bici echo de menos la mía de Lepe. Lo mismo le sucede a mi compañero griego Stratos. 

Por la noche, a las diez y algo, no tenía nada que hacer después de cenar e iba a echarme a ver si dormía, para levantarme así temprano. Sim embargo, en ese justo momento llegaron a la habitación unos compañeros para invitarnos a una pequeña fiesta que había al final del pasillo. Siempre hay tiempo para una pequeña fiestecita. Tras estar un rato allí se fue reduciendo el número de participantes, hasta que me dijeron un grupo que iban a salir al centro. Me lo pensé un poco porque eran ya la una y estaba en la hora límite para poder levantarme temprano. No obstante, no tenía nada que hacer esa mañana que no pudiera hacerlo unas horas más tarde, así que siempre hay tiempo para ir al centro a tomar algo. 

Hoy toca comprar material de estudios, la otra mitad de la compra y sacarme la dichosa tarjeta ESN. A ver si me dejan con una foto en b/n... o voy a conseguir la tarjetita el día que me vaya...

lunes, 19 de septiembre de 2011

Por fin, una bicicleta

¡Por fin tengo bicicleta! La podéis ver a la derecha, me ha costado 80€ con candado incluido. Es de segunda mano, obviamente, y eso que en España por ese precio podría haber conseguido una mountain bike de aluminio o con amortiguación, con más de 15 marchas... bueno, mejor paro o me deprimo. Va a ser mi compañera estos meses así que mejor no la desprecio mucho no vaya a ser que me deje tirado. Tiene un sillín muy mono del Casino y tres velocidades que en la práctica son dos. Eso sí, a ver si pillo aceite porque me da miedo usar los frenos no porque funcionen mal, sino porque chirrían que duelen los oídos.

Por fin he entregado en el despacho correspondiente los papeles de mi llegada a Maastricht, tras lo cual me acerqué a Jules & You, una especie de club de servicio integral a los universitarios, a preguntar por una bici. No obstante, no les quedaba ninguna, así que me mandaron a buscar tiendas de bici por la ciudad. Entré en una que encontré de casualidad y pregunté por una entre 60 y 70 euros... a lo que me respondieron que la más barata era de 120€. Decepcionado por saber que era lo que me esperaba  en todas las tiendas -ya estuve consultando precios por internet- salí de nuevo a la calle y entonces un chico me llamó y me ofreció una de las suyas por 80€, con el candado incluido. Le pedi probarla e iba bien, con las únicas pegas de lo que comenté más arriba. No obstante, la dirección y la cadena van bien, que es lo que me importa básicamente. Eso, y que las ruedas estuviesen bien alienadas. Cerré el trato y volví a casita montado en mi flamante de 500 cc corriendo a toda leche, de suerte que tuve que aminorar porque se me quedaban mirando. Acostumbrado a la mountain bike, conducir ésta se me hace como ir en una Harley Davidson y claro... una Harley sin velocidad no es nada.

Al mediodía fui de compras en dos veces. Es decir, la primera fui a investigar si me aceptaban VISA para pagar, pero antes de tener que hacerlo vi un cajero de un banco local, por lo que fui a probar suerte con las comisiones que había. No me informaron de ninguna de ellas y me dio el dinero directamente... así que a esperar, pero una vez en casa la retención que me aparece es sólo del dinero que saqué. Mejor así, quizás me lo carguen en unos días en todo caso. Después de eso fui a comprar -no pudo faltar cerveza y queso, ambos de Holanda- y ya a la tarde me dio por dar un paseo. ¿A dónde? A Bélgica. Está a medio kilómetro, así que sólo tenía que pedalear un poco. Aunque lo intenté por el norte, finalmente tuve que coger la Via Regia y llegar a la primera localidad, en el municipio de Landaken, provincia de Limburgo. Sí, he cambiado de país pero no de provincia, curioso. Le eché una foto al canal de Alberto, que bien podría ser un río si estuviera en España. De hecho, ya quisiera el Piedras.

 Estaba todo rodeado de árboles que alegraba la vista verlo, flanqueado por dos senderos para pasear andando o en bici. Quizás un día me anime... la bici va a hacer kilómetros, que se vaya preparando. Vi un cartel fronterizo pero al aparecer provincia de Limburgo me dio la impresión de estar aún en Holanda, cuando en realidad ya había pasado a Bélgica. No pasa nada, otro día subiré la prueba gráfica de mi estancia de 5 minutos en el extranjero -suena gracioso decir el extranjero para referirme a otro país cuando técnicamente ya lo estoy...-. En fin, que me dispuse a volver por la Via Regia por un caminin caminucho -sin bichos, pero con unos patos muy graciosos en un estanque- y me gustó tanto el paseo que todavía cuando llegué a la residencia quise dar otro paseito por este "pequeño parque" que tengo a las espaldas del edificio donde me alojo. Vivir aquí es una gozada para la vista con tanta vegetación en las avenidas, con tanto parque y además con esas hojas de otoño cayendo... 

Ved si le habré cogido gusto a la bici que me comentó mi compañera María que iba a ir a BrusselsePort -un centro comercial cercano- y me dispuse a acompañarla en bici -total, en casa tampoco estaba haciendo nada, así que a pasear-.

Mañana toca curso de inglés, a ver qué tal la primera clase. Y ahora mismo tengo una sopita de champiñones holandeses en la cazuela, sin querer mezclarse con el agua los jodíos. Se van a enterar de con quién están tratando...

domingo, 18 de septiembre de 2011

La primera holandesada


Inauguro oficialmente esta sección con lo primero que llama la atención de los holandeses: su nombre. Es ver la selección holandesa en la final y todos son Van Persia, Van Bommel, Van der Vaart, Van Nistelroy... pues bien, reuslta que queda confirmado el gusto de los holandeses por llamarse "Van". Se trata de una fórmula como nuestro "del" en los apellidos, pero no deja de ser corriente y llamativo a partes iguales. 

Como se ve en la foto, en Maastricht también hay concesionarios Peugeot. La diferencia es que mientras en España tenemos por ejemplo a Rafael Moreno, Juan García o Antonio Peral... aquí lo regenta Van der Crujs -la "j" en neerlandés se pronuncia en este caso como una "i" latina-.

Lavadora del demonio...

No bastaba con ser una lavadora que encima tenía que ser lo más jodida posible. ¿Teniendo mil programas distintos? Sí, pero además estando éstos en todos los idiomas nórdicos posibles para que no cupiera en el manual el inglés, francés o español. Al menos alemán... pero ni eso. Si quieres saber poner una lavadora en Holanda, por lo visto primero hay que empollar finés, danés, sueco, noruego o polaco.

Menos mal que el traductor de Google puede con todo, aunque a veces haya que hacer un esfuerzo para descrifrar lo que quiere decir.
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