He aquí que estaba pensándome el almuerzo y se me ocurrió la feliz idea de emplear una pechuga de pollo en saciar mi estómago y evitar la muerte por inanición.
Fue entonces cuando, poco a poco y sin tardar una semana -se me hubiera podrido todo- hice la Creación.
En el principio sólo fue el hambre. Abrí la nevera y dije: ¡Aparezca el pollo! Cogí el paquete con las dos pechugas de pollo, y vi que estaban bien, y de ellas cogí una y la puse sobre la tabla de cortar. Entonces, como el pollo no podía cocinarse solo, pensé "¡háganse las especias!" y abrí la despensa para oger sal y pimienta con que condimentar la pechuga. Vi que estaban bien de cantidad y los coloqué sobre la encimera.
Este plato necesita decoración, estará arrasado por la soledad de una pechuga de pollo como mucho condimentada, pensé. Así pues, dije ¡hágase la cebolla! y volví sobre mis pasos a la despensa. Cogí una al azar, la corté y me emocioné un poco de la magnífica obra que estaba ejecutando.
Mientras cortaba la pechuga, puse la cebolla en la sartén y dije con fuerza ¡hágase el fuego! y el gas del hornillo prendió hasta calentar la cebolla cortada y el aceite. Entonces, pensé que no estaba bien que la cebolla estuviera sola... y grité ¡háganse los champiñones! Éstos se añadieron a la cebolla, esperando la pechiga de pollo cortada y salpimentada. Mi pequeño universo culinario comenzaba a andar, pero cuando parecía que todo estaba hecho... surgió que la cebolla empezó a dorarse, los champiñones saltaban y el aceite me quedó el dorso de la mano. Como castigo a la violencia de la sartén contra su creador cogí la nata y diluvió sobre ella, apaciguando la ira de los que antes saltaban. Me arrepentí de no haber metido antes el pollo para que se hiciera por fuera, pero no quedaba otra que añadirlo antes de que fuera aún más tarde. El resultado está arriba, a fuego lento unos 10 minutos.
La verdad es que a lo tonto, queriendo hacerme sólo algo rápido, terminé preparándome un plato que me ha gustado bastante, tanto que hoy he gastado la otra pechuga en la misma receta. Lo mejor de todo es que la pechuga se deshace al hacerse con la nata y queda muy jugosa, algo increíble para la seca pechuga de pollo. En fin, muy bueno que estaba, ya voy ampliando mis horizontes culinarios más allá de la pasta sin temor a provocarme un corte de digestión -lo que hace no tener los platos de casa...-.
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