miércoles, 11 de enero de 2012

Maastricht una vez más

¿He vuelto o me he ido? Ya no lo sé... Tras tres semanas en Lepe pasaré tres semanas en Maastricht. Son cuatro vuelos sin escalas en dos meses, pasando de Holanda a España, de España a Holanda y otra vez de Holanda a España.

Después de escribir la última entrada de este blog -entiéndase como la previa a ésta- me acosté una horita y terminé de preparar el equipaje. Finalmente dejé en casa un chaleco que abriga muy bien y que me regalaron mis padres por Reyes... más por cuestión de peso por cualquier otra. He venido lleno de consumibles que se consumirán, oseáse: jamón, mantecados, hojaldre, polvorones, turrón... y no va a volver nada, lo aseguro. Compartiré un poco con compañeros de aquí, eso sí. 

Salimos, mis padres y yo, hacia el aeropuerto a eso de las tres y media, con tiempo suficiente dado que no tenía que facturar nada. Vine con una maletita de mano, bufanda, guantes, gorro y chaquetón. Por cierto, bufanda y gorro también han sido parte de la campaña de recolección de Reyes 2012, cortesía de mi suegra. Cuando quedaban unos 40 minutos para el cierre de la puerta decidí pasar seguridad y llegaron, una vez más, las despedidas. Más difíciles para mis padres, menos para mí. Al fin y al cabo, volveré pronto y esta vez tenía sensación de rutina, no de despedida para largo tiempo. Finalmente, me dirigía a un lugar conocido, no como la otra vez. 

En seguridad no tuve problemas. Por primera vez después de varias no me pitó la puerta -odio quitarme la correa, aún a riesgo de que me pasen el detector o me cacheen-, pero cuando iba a recoger las cosas quien monitorizaba la cinta me indicó que pasara el portátil en una caja y la maleta de nuevo. En fin... puerta atrás y a esperar, haciéndose señas a mis padres de lo que sucedía. Cogí las cosas, me despedí por última vez y rumbo a la puerta de embarque, aún cerrada. Abrió a los diez minutos y nos quedamos esperando en una rampa junto a la pista de aterrizaje. Sí, éstos de Ryanair nos tratan como animales, como aseguraba un pasajero que viajaba con su hijo. Por fin nos dieron señal y fuimos hasta el avión. Tomé asiento y a esperar al despegue, tras el cual contemplé escasos cinco minutos de panorámica y caí rendido. Al despertarme vi que quedaba para aterrizar una hora más o menos, pero logré dormir a ratejos. Holanda se dejaba ver entre canales, niebla y nubes sin parar, como los de la foto. 

Una vez en Eindhoven cogí el autobús que me llevaba al centro, donde conocí a dos sevillanos que vivían en Holanda -andaluces por el mundo-. Por casualidades de la vida uno de ellos era el que iba con su hijo, que se dirigía a un pueblo cercano a Utrecht. El otro se bajó a medio trayecto, pues estaba haciendo un Master en Eindhoven. Del primero me despedi al llegar a la estación de trenes diciendo que iba a comprar los billetes, pero tomé el pasillo contrario sin darme cuenta. En cualquier caso, aproveché la presencia de un burguer king para desayunar a las 10.00. Sí, tenía hambre y con eso aguantaría lo suficiente. Fui, esta vez sí, a la oficina de venta, donde había no menos de seis españoles uno tras otro. Cuando tuve el mío fui al anden, pero llegué tarde por cinco minutos, así que a esperar. Aproveché para grabar un pequeño video e irme a la parte delantera del tren. ¡Qué leches, cuando llegó me vi a la mitad, así de largo era! Debía medir al menos doscientos metros e incluso puede que más. Cubre la línea Amsterdam-Maastricht atravesando Holanda por el centro, así que se comprende, aunque iba casi vacío. 

El viaje en tren fue tranquilito, como esperaba. A media hora de llegar me entró sueño y pegué una cabezada corta. Llevaba desde las 7 de la mañana del día anterior sin dormir del tirón, sólo a trompicones de una hora, veinte minutos, etc. Quizás sea por eso que anoche dormí catorce horas y aún podía pegarme unas más, dado que había estado unas treinta y cinco sin dormir bien. En cualquier caso, cuando llegué a la estación estaba convenientemente en el primer vagón y me ahorré caminar todo el andén hasta la salida. Cogí el autobús de la linea dos hasta Malbergsingel y pasé por la puerta de Talienruwe hasta mi piso. Entré, dejé de las cosas y me eché la prometida foto que se ve a la derecha.


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