La primera colada ha sido superada satisfactoriamente y una pequeña montañita de ropa planchada da el visto bueno al que escribe en las tareas de casa más inaccesibles al hombre de siempre. La lavadora y yo nos hemos dado una segunda oportunidad, de la que ha sido fruto mi ropa limpita como una patena, y la plancha ha tenido a bien no quemarme nada en nuestra primera cita.
Además, he de mencionar el buen comportamiento del horno de gas, y es que pese a mis miedos iniciales con tan ancestral instrumento parece que le voy cogiendo el truco... y eso que lo vi manejar en mi infancia no pocas veces. Me pregunto cómo será el salto generacional con los siguientes electrodomésticos...
Por cierto, acaba de sonar una ambulancia y me ha llamado la atención: es la primera. O aquí tienen muy pocos accidentes o hay muchos en Huelva, porque allí era la música diaria y aquí es una ópera mensual. Será que vivo en las afueras...
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