miércoles, 28 de septiembre de 2011

Lunes en Maastricht (obviamente, Países Bajos)

Después de un fin de semana ajetreado y de haber dormido como un bebé el domigno por la noche debido al cansancio, quedé por la mañana con el greek team para acompañar a Elpida y Georgia en su  paseo de exploración de Maastricht. Para empezar, tomaron un autobús hasta el centro mientras que Lilia, Marina y yo fuimos en bici. Lo primero que hicieron las visitantes fue alquilar una bici... y es que, como me dijo Íñigo el primero día, aquí sin bici no eres nadie. Lilia y Marina tenían clase, pero ésta última decidió que iba a aprovechar más el día estudiando después en la biblioteca, así que volvió y vino con nosotros tres. Entre Marina y yo fuimos liderando el grupo por Stadspark por turnos, visitando poco a poco todo el parque con sus lagos con patos, senderos entre árboles y una muralla defensiva del casco antiguo con dos torres flanqueando una puerta.

Una de las anécdotas del día fue llevarlas a una en la que el canal descendía sus aguas a otro inferior mediante dos canales más pequeños: uno con rocas para evitar la velocidad del agua y otro con compuertas. Al ver el primer panorama, Georgia se quejó de lo feo del paisaje, pero cuando vio la imagen que ofrecía la zona de atrás de las compuertas, que es la que aparece en la foto de la izquierda, quedó encantada. Yo no fui menos y pedi que me echaran una foto en ese mismo sitio. Arriba aparece Marina, que les estaba echando una foto a sus dos compañeras. Hicimos un alto para acompañar a Marina a la biblioteca, que iba a estudiar durate unas horas. La otra anécdota está relacionada con el caballero de la estatua de abajo. Me llamó poderosamente la atención lo que se parecía a un mosquetero real por su atuendo. Cuando me acerqué, vi en el pedestal inscrito "Tous pour un, un pour tous", así que blanco y en botella. Mayor fue mi sorpresa cuando vi el nombre de tan insignie mosquetero entre tanta palabra en holandés: D'Artagnan. Por supuesto, me eché una foto junto a la estatua del archiconocido personaje de Dumas.

También recorrimos el Bastión Waldeck, que parece tener unos siglos y al cual ya echaré fotos más adelante. Maastricht no es muy turística, pero tiene algunas joyitas escondidas que merece la pena visitar... y desde luego perderse por sus parques es una de ellas. Tras visitar este último parque, Elpida, Georgia y yo fuimos a buscar una pastelería, pero todas cierran en lunes... así que nos acercamos a que devolvieran las bicicletas y llamaron a Marina para ir a buscarla. La pobre no había podido estudiar en las tres horas que la habíamos dejado sola... 

Finalmente fuimos al centro de nuevo para que las compañeras de Marina cogieran el autobús de vuelta, mientras ella y yo retornábamos en bici. Esa misma noche intenté subir al blog lo sucedido el fin de semana, pero la conexión a Internet ha estado muy perezosa los últimos tres días, hasta que por fin he podido ir actualizando convenientemente mis peripecias deambulando por el país de los tulipanes -no los veré porque salen en primavera-, el queso, la cerveza y el color naranja.


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